GRINCAR
El teléfono suena. Contesto. Al otro lado de la línea una
voz chillona me pregunta por la Chola,
(aclarando que “la Chola” en cuestión, es la amiga
peruana que vive en Florida y que me dio casita en los yunaites), le pregunto
quien la llama, y me dice Tenchi, le paso el teléfono a mi amiga no sin antes
decirle de broma: -a esa Tenchi yo me la he tirado- y mi amiga muy cojinova se
lo dice, y encima también mi nombre, a lo que ella para sorpresa de los dos le
dice que si, y que me la había tirado borracha en Cerro Azul. Además de voz de pito, está loca, –pensé- cuando mi
amiga desde la sala me lo grita, cagándose de risa. Le pido el teléfono y al
otro lado de la línea la voz chillona que pensé que me iba a insultar, me
saludó cariñosamente (parece que lo de Cerro Azul le había gustado), y sin
parar me contó 25 años en USA en cinco minutos, y yo sin saber quien era, felizmente esta loca llamaba
desde San Francisco, bien lejitos.
Cuando terminó de hablar, yo para evitar otro sacrificado
encuentro telefónico, le conté que ya me regresaba al Perú, porque el contrato
con los arquitectos que trabaje en Kendall había terminado, y no podía continuar porque no tenía visa, y
,oh, sorpresa, yo te la doy, pero tendrías que venir hasta acá- me
dijo -, dentro de mi pensé, -este papagayo quiere vengarse-. Que tal si mejor
nos comunicamos mas tarde por el “mesanyer” le dije, con la intención de verle
la cara y si iba en serio la cosa, ok, me dijo y quedamos en una hora
determinada.
Cuando llegó el momento y prendí la compu, no sin antes hacer las
averiguaciones del caso con mi amiga, no iba a ser una loca asesina en potencia
esa Tenchi –quenosequienes- . Ll ego la hora, y
en el monitor apareció una mujer
mismo risas y salsa, echada toda gatubela sobre una cubrecama de piel de tigre,
-lo que tengo que hacer para quedarme en
este país de mierda- pensé- , ya repuesto de la emoción, le dije que tenia poco
tiempo, por lo que después de un par de veces mas de enamorarnos vía monitor, decidí
cruzar hasta el otro lado de gringolandia donde se encontraba mi futura esposa.
Para esto, mis amigos de Coral Spring, me dieron todas sus
bendiciones con una sonrisa de Monalisa, que después descubrí porque las
tuvieron en sus bocas de cachacientos. El avión con rumbo a California hizo una
parada de muchas horas en Atlanta por mal tiempo, por lo que nos permitieron
hacer una sola llamada, luego de una
hora de formar cola y llegar al teléfono, -
y ahora a quien llamo pensé-, el único numero que me vino a la memoria
en ese momento, fue el de mi amiga Maricarmen en Perú, marqué, y al otro lado
de la línea una voz de ogro me contestó, -estas no son horas de llamar- y me
colgó, así se me fue mi única llamada.
Ya en el avión de nuevo, me tome cuanto trago pude tomar de
mi chata de wisky, para suavizar el encuentro, cuando desciendo y llego al hall
del aeropuerto, escucho la voz inconfundible de “mi futura”, si yo soy chato,
ella era recontra chata, llevaba unos tacones aguja – que odio- un pelo
abombado pintado de dorado, un saco verde brilloso y una falda que hacia juego
con su pelo, ósea- mejor ya no podía
pedir, el único que faltaba era Woody Allen. Me llevó a su depa, uno pequeñín, donde me recibió su
hijo un chicano de 18 años de 120 kilos de peso, con el pelo rapado y una calavera
de marfil que le colgaba de una cadena de orobamba, -no Urubamba- además de
tatuajes por todo el cuerpo, solo sus ojos se salvaron. Me miró con esos ojos de Triller de película del cine
Tacna, y yo dije –puta, este loco me mata esta noche, yo aquí no duermo ni
cagando, así que llamé al toque a mi pata Toby que vivía cerca a San Francisco para que me
salve, un amigo al que al comienzo de los 80s, había ayudado a trasladarse
desde Los Ángeles , donde vivíamos por aquel entonces.
Cuando me contestó el teléfono mi amigo y nos invitó a una
fiesta esa noche, lo miré al chiquillo como un pescado que le roba el anzuelo a
un pescador cojudo. Le dije a Tenchi lo
de la invitación y que era solo un
pequeño viaje de donde estábamos, por
supuesto fui con mi mochila y nunca volví a ese depa, ni a los brazos de
mi futuro hijo que de seguro, no los iba a usar para abrazarme
cariñosamente.
FIN