EL BESO. Primera parte
Me voy hundiendo poco a
poco, siento el agua entrando dentro de
mis pulmones, la garganta se me cierra y me paralizo. El peso del agua turbia
de este canal que recorre una de las estrechas calles de Armstendan va empujándome lentamente. Mi cuerpo toca el fondo barroso. La luz de la superficie comienza a desaparecer
y me invade la oscuridad…
CARAJO!, como llegué a este final tan triste y
tan solo-, pienso mientras siento que el nudo de la garganta se hace mas grande.
Un bote pasa por la superficie. Mi
cuerpo esta duro y ya no puedo moverme. El
miedo la tristeza se apoderan de de mi,
todo se va a pagando. Mi mente comienza a rebobinar rápidamente los hechos desde
el momento que pisé la calle del Barrio Rojo de Ámsterdam.
Me veo caminando hacia una calle con luces rojas junto a unos
turistas orientales, en la entrada, unos africanos de gran tamaño, ofrecen éxtasis.
Me acerco…
¡Estasis, estasis, estasis!-
me gritan con sus bocotas, están
vestidos con largas túnicas de colores y
apoyados sobre un muro adoquinado, que termina en el comienzo de la primera
vitrina, en cuyo interior, una mujer chiquita de aspecto tailandés de unos veintitantos
años, se contornea en silencio. Lo hace rítmicamente alrededor de una silla, su
cuerpo elástico y bien formado, atraen las miradas de los turistas asiáticos
que se han detenido a mirarla con curiosidad y deseo, mientras los negros
comentan algo y se ríen fuertemente.
Me acerco a ellos. No sin
antes mirar si había un policía cerca. Ellos callan y me observan con
desconfianza, luego de un breve silencio
me vuelven a ofrecer su droga. Son tres, hay un cuarto, un poco mas alejado
sirve de campana.
-
I don´t want extasis, I want cocaine, -les digo, luego de sacar de mi
bolsillo unos cuantos florines
Los negros me miran y se ríen
nuevamente enseñándome sus blancas dentaduras, que parecían alumbrar el rincón
oscuro donde nos encontrábamos, pálidamente alumbrado por la luz de vitrina, espacio que se mostraba vacío.
-
un cliente ya picó – pensé-, mientras
escuchaba a los negros hablando en su
idioma.
-
Usted esperar un poco, darse una vuelta señor,
- Solo cinco minutos-, me dice otro de
ellos, con acento español, como adivinando mi origen peruano
Voltea, y le hace una seña
al campana. Éste parte de lugar y se mezcla entre la multitud variopinta, bañada
por la luces rojas que salen de los locales, donde hermosas mujeres
venidas cuerpos desnudos se muestran,
ante la atenta y lasciva mirada de los
turistas. Veo alejarse al moreno y luego
desaparece.
Para no esperar en el lugar en
este lugar con fuerte olor a orines, y de paso no despertar despertar
sospechas, comienzo a recorrer la calle observando a la gente. La mayoría son
hombres. Los veo y me doy cuenta que miran como si estuvieran frente a grandes peceras, donde peces exóticos venidos
de lejanos mares los embrujan con su
magia.
Llego al final de la vía y
me doy la vuelta rápidamente, ya habían pasado los cinco minutos. Termino de
recorrerla de regreso y a estaba el negro que había ido a buscar el encargo. Me
esperaba con una gran sonrisa de oreja a oreja. Le pasa el paquetito al que
habla español
-
Amigo, caminemos- , me dice ya con el encargo
en su mano. Mira de un lado a otro, y tocándome
amigablemente el hombro, empezamos a
andar como dos viejos conocidos.
-
Okey- le contesto mientras nos alejamos del
lugar. En la vitrina al comienzo de la calle, la mujer con pinta de tailandesa,
nuevamente se encuentra moviendo su pequeño cuerpo.
Nos detuvimos a unas cuadras.
Me acerca con su mano una cajita de chicle. Yo la agarro y la abro. Adentro hay
un pequeño envoltorio de papel. Lo palpo y se siente grueso. Le doy su dinero y me alejo rápidamente sin mirar atrás con
rumbo a mi hotel.
Llego y el de la recepción
me saluda y me entrega un pequeño sobre.
Adentro hay una nota y una tarjeta de la discoteca Sugar Factory. Subo a mi
cuarto y leo la nota. Unos amigos sabiendo que llegaba a Holanda, me
esperan en la discoteca. Me baño, salgo de la ducha me seco un poco y
así medio mojado me visto rápidamente.
Se que la noche va a a estar muy “moby dick”. Mientras
me peino antes de partir, observo por el reflejo del espejo, el paquetito encima
de la mesita de noche..
-
Lo llevo o no lo llevo – pienso-, mientras lo
hago, abro el frio bar, saco una pequeña botellita de whisky, me meto un buen
trago y siento el rico sabor a perfume que va calentándome la garganta.
Inmediatamente sin pensarlo dos veces abro el paquetito y ahí estaba, el polvo
blanco que había consumido algunas veces en mi juventud, en os b años de las
discotecas limeñas. Ahora de nuevo la retándome frente a mi. Un escalofrió me recorre
el cuerpo
-
Solo un par de tiros -me digo no muy seguro.
Saco una tarjeta de mi billetera,
y al tenerla en mi mano, la foto de mi hijo se desliza cayendo al piso
alfombrado de la habitación. La recojo del piso y miro su carita como me
observa y el corazón se me acelera. Una sensación de remordimiento y angustia
recorre mi cuerpo. La sensación se convierte en adrenalina.
Las ganas de probar la droga
nuevamente, se disipa. Tomo la fotito con cariño y la pongo paradita apoyada en
la lamparita de la mesita de noche. Me acerco de nuevo a la mesa donde había
dejado la botellita y el paquete con la coca abierto. me tomo otro trago, y sin
pensarlo dos veces, me meto un par de tiros, guardo el paquete en el bolsillo y
salgo del cuarto rumbo a la discoteca.
-
La coca siempre gana- voy pensando mientras
camino con una mano en el bolsillo tocando el sobrecito y con la otra agarrando
la botellita con el poco de whisky que aun quedaba…
-
Llego a la discoteca. La
entrada está atiborrada de gente, apenas
puedo ver la la puerta. Una larga cola llega casi hasta el final de la cuadra.
La mayoría jóvenes locales. Me acerco a la puerta, le entrego la tarjeta y
paso.
Ya adentro el ambiente de Factory
luce espectacular, la música suena al compás de las luces láser que disparadas
del techo vidriado atraviesan toda la discoteca.
Comienzo a recorrer el
primer piso de la discoteca y sus dos grandes barras circulares y no encuentro
a mis amigos. Entonces me decido a subir a la zona VIP. Al comienzo de la
escalera un negro que le impedía subir a una rubia ebria no se percata de mi presencia,
por lo que aprovecho para subir rápidamente.
Mientras avanzo bordeando la mezzanine, voy
observando desde arriba si encuentro a mis amigos entre la gente que baila. No
los encuentro, cuando me disponía a bajar, escucho un voz femenina que grita mi
nombre con acento alemán.
Avanzo hacia la barra VIP y
los encuentro, mis amigos están sentados sobre uno bancos frente a la larga
barra multicolor. Con su fachas de siempre, mis amigos holandeses me esperan
con una sonrisa y unos tragos en las manos, son cinco en total, esta pareja de
gays, una heterosexual y mi amiga Claudia,
una ricurita holandesa , de pelo negro, ojos grandes y azules y además como si
fuera poco, un cague de risa.
-
Y fuiste donde te dije?- me pregunta tomándome la mano, mientras me jala hacia las
escaleras rumbo a la pista de baile.
Ya abajo mientras bailamos
le paso el paquetito, seguimos moviéndonos un rato al ritmo del sonido del DJ
ingles que tocaba esa noche, no lo aguanto ni un rato mas, la miro, le hago una
seña hacia arriba, y sin darle tiempo a pensar a loca que en ese momento se movía
como si tuviera una invasión de avispas,
la tomo de a mano y la llevo de vuelta a la barra.
Acomodada de nuevo en su
banco frente a la barra, toma un largo sorbo de la caipirinha que le había
servido el mozo rubio que dentro de ella nos observaba divertido. A mi también
me daba risa su cara, que parecía sacado de un película de terror antigua, esas
que veía de chico en el cie de San Bartolo, y que no tenían ni final ni
comienzo.
Mi amiga, me hace un guiño y
se va directa al baño, luego de un rato
regresa me da un largo beso en la boca, sintiendo en su lengua el sabor amargo de la coca, mientras
que por abajo disimuladamente me la devuelve. Su cara muestra un rictus
diferente, sus ojos me miran con deseo y
con su boca entreabierta me promete una noche de placer sin necesidad de
pronunciar una sola palabra.
-
Que rica mujer- voy hablando solo- mientras
camino rumbo al baño.
Entro a uno de los
compartimentos, me siento en el inodoro, saco el paquetito, lo abro, y cuando
voy a aspirar el polvo blanco, recordando viejos tiempos, siento unos ojos que me observan. Levanto la
mirada y ahí estaban dos cabezas rubias que
asomaban encima de la puerta del compartimento.
-
La cagué – pensé dentro de mi, agarre el
paquetito y lo tire sin cerrarlo entre mis piernas al inodoro.
-
¡Mister please open the door!- escuche de uno
de ellos que me miraba con su cara de malo, pero con mirada que no podía
ocultar, que se estaba divirtiendo,
-
Sorri,
AY NiD FINISCH THE CACA -, le contesté gritando.
Como
se había dado cuenta que había tirado la vaina dentro del guater, no tuvieron
ganas de averiguar que más estaba haciendo,
así que sabiamente optaron por esperarme pacientemente.
Terminé
tristemente lo que había empezado con gran emoción. Abrí la puerta e-ipso facto-
en unos pocos segundos me cargaron los dos grandazos, conduciéndome
rápidamente entre la multitud hasta la calle. No me dieron tiempo de
despedirme. Perdí.
Completamente
desolado me eché andar entre las estrechas callecitas de Armstendan, que a esa hora ya lucían solitarias. Bordeando
sus canales fui buscando un bar para
matar las penas. Hasta que lo encontré. Una de las tantas viejas esquinas que
dividen los rumbos de los canales
Mostraba
una puerta abierta de par en par, parecía una típica bodega del “chino de la
esquina” de la vieja Lima, a diferencia
que este quedaba en el primer piso de una bella casa antigua típica
holandesa.
El bar adentro lucia casi
vacio, solo tenia unas cuantas mesas que rodeaba una pequeña pista de baile con
piso de madera y una vieja barra también del mismo material, donde se veía a tres
hombres que alegremente conversaban con el barman. Me acerco y le pido una rum
cola, mientras me servía el trago, me pregunta amablemente de donde era, a lo que le contesto, Perú
-
ah! Mashupichu- , me contesta uno de los tres
que bebían unos grandes vasos con cerveza,
Si,
Macchu Picchu- le contesto, mientras agarro mi vaso ya servido de cuba libre y me
dirijo a una angosta barra pegada a la pare.
No tenía en esos momentos ánimos de hablar con nadie.
No bien empezaba a tomar
el trago, cuando entra una pareja, son un par de punks, el viste con atuendo
militar y con el cabello rojo en puta que le cubre solo media cabeza, mientras
que ella esta totalmente rapada. Cruza la pequeña pista de baile dirigiéndose a
una rocola, como si nadie existiese, veo que se busca algo dentro de sus
bolsillos y saca una moneda y la mete en el aparato.
Para sorpresa mía,
comienza a sonar una suave música de jazz africano, el punk camina
hacia el centro del salón y comienza a moverse lentamente, ella lo mira y
mientras se dirige hacia el voltea su cara hacia mi y se sobre para por unos
segundos y me queda observando con curiosidad, yo la miro y veo que tiene una
carita de ángel, es una hermosura. Luego continua caminando, pero ahora
lo hace mas lentamente, dejando su cuerpo llevar con el ritmo de la
música que proviene de la vieja rocola.
No puedo dejar de
mirarla, baila de una manera especial, haciendo que todo a su alrededor
desaparezca, inclusive su pareja que parecía que se había tragado
todas las mescalinas de Europa, el pata estaba e otra galaxia. A pesar de la
penumbra del local me daba cuenta que en cada giro que hacia me observaba
furtivamente. Yo no le quitaba la mirada, estaba extasiado, no había mas
recuerdos de discoteca, porteros, baños, ni mis amigos holandeses, que me
pudieran sacar del embrujo en que me encontraba.
Cuando de pronto ya no
gira mas y comienza a bailar mirándome fijamente, y acercando cada vez
mas, lo que me permite ver lo hermosa que es.
Yo seguía sentado
sobre un banco, con mi espalda apoyada contra la barra con la mano agarrando el
vaso. No me movía, estaba como petrificado por su hechizo.
Solo nos separa unos
cuantos centímetros, puedo olerla, sentir sus palpitaciones y su
agitada respiración, se detiene avanza un paso, nuestras miradas se encuentran
y vi el amor por primera vez en mi vida, no eran ojos, ni nada que se parezca a
algo material, se acerca mas, su boca se junta con la mía, cierro los ojos, y
sentí algo innombrable, fui en ese momento transportado a otra realidad, no
quería volver, no quería que es beso terminara. Creo que ella sentía lo
mismo porque tampoco se detenía.
Pero algo faltaba en ese
beso, era el abrazo y no se lo daba porque no podía.
En una mano tenia el
vaso y el otro no lo podía mover por un accidente que me lo dejo mal. Ella no
lo sabia, pensó que no le correspondía de igual manera. Alejó lentamente su
boca de la mía, sentí su respiración agitada con el mismo ritmo que la mia.
Abrí los ojos y vi la dulzura que la envolvía.
Se separó y se dirigió
hacia el baño, volví a sentir mi cruda realidad de hombre solitario. El punk
loco seguía bailando con los ojos cerrados, estaba en otra. Los de la barra,
que seguro habían observado todo me hacían barra gritando: ¡macchupichu,
macchupicchu!
Cuando ella volvió
del baño, se acercó, me dio un corto beso en la boca, me miro con
tristeza, camino hacia el punk, lo jalo del brazo y se lo llevó.
Yo me había quedado
inmóvil, no reaccionaba, había encontrado en un pequeño bar perdido entre las
viejas calles de Europa al amor de mi vida. No podía dejarla ir. Me acerco
rápidamente al bar, pago mi trago y salgo atrás de ella.
Me llevaban como una
cuadra de ventaja, felizmente por que pocas horas para que amanezca, no había
gente en las calles. Mientras ellos caminaban delante mío, veía que el
trataba de abrazarla y ella le soltaba el brazo y se separaba.
Comencé a apurar el
paso, hasta que vi que volteaban frente a un canal y no cruzaron su
pequeño puente. Comencé a correr para no perderlos, pero
cuando llegue a esa esquina ellos ya no estaban.
No podían haberse
alejado de esa cuadra donde había para mi mala suerte tres hoteles. En uno de
ellos tenían que estar, no sabia su nombre, ni podía preguntar por ella. Así
que toe una decisión, pararme cerca al canal frente a los hoteles y esperar a
que saliera de alguno de ellos, así tuviera que esperar el resto de la noche y
todo el día siguiente.
Para mi mala
suerte amaneció con un sol fuertemente, yo me mantenía aun
despierto, pero mi ropa no me ayudaría soportarlo, llevaba un jean grueso,
botas y una camisa de manga larga, por lo que comenzaba a sudar, no tenia
lentes para el sol, por lo que su luz me golpeaba mis ojos.
Tenia que resistir no
podía perderla, la mañana avanza, la gente invadía las calles pero
ellos no salían, El sudor y el fastidio de mi ropa sobre mi cuerpo era
insoportable, por momentos quería regresar al hotel dormir, bañarme y regresar
a buscarla, pero eso seria perderla para siempre.
En eso la vi saliendo de
uno de los hoteles, ya no vestía como punk, se había puesto un pantalón y una
blusa blanca de lino. Su cabecita pelada brillaba por el sol. Volteo hacia
donde estaba y me reconoció, y sonrió, mientras caminaba hacia ella vi que se
acercaba detrás de ella su compañero y la abrazó. Igual seguí dirigiéndome
hacia ella. Avanzo unos pasos y un fuerte golpe en mi espalda que m
e arroja sobre el muro que separa la vereda del canal. Una motocicleta me
había golpeado. Como no puedo agarrarme de la baranda mi cuerpo pasa sobre ella
y caigo sobre las turbias aguas.
Así es como llegue a
esta situación, no se si quedarme en el fondo o salir.
Cuando de pronto me doy
cuenta que tengo un pequeño hijo que me espera en el Perú. Me impulso con mis
pies del suelo fangoso y salgo a la superficie. Siento aplausos y veo
cientos de personas al borde del canal, así como botes que se habían detenido.
Me ayudan a subir, ya
arriba del canal, muchas colaboradoras manos me colocan sobre el suelo. Me
duele todo el cuerpo estoy temblando y con mi estomago lleno de agua
sucia.
Siento el sonido de una ambulancia que se acerca. La escucho detenerse
a mi lado, no puedo abrir los ojos, la luz me produce un fuerte dolor, abro con
la justas uno de ellos y veo a unos paramédicos que se acercan y siento que me
echan sobre la camilla.
Sobre mi golpeado y
mojado cuerpo, unas blancas y delicadas manos de mujer coloca una
manta. No puedo alcanzar a verla, pero escucho su voz que conversa con
los paramédicos que me introducen dentro de la ambulancia.
Se escucha su clásico
sonido y cuando el vehículo parte siento una mano sobre mi frente,
volteo y la veo.
FIN
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