LA LLAVE
Me
acuerdo que fue en Febrero, un sábado por la tarde, en la Playa Norte. Hacía un
calor de mierda y para variar ni una puta ola en el mar. La mayoría estábamos
echados sobre la arena caliente todo re saqueados. Cuando pasan la voz que
alguien ha dejado encerrada a una chica calata en el baño de la casa del negro,
Todos subimos disparados para ayudar. San Bartolo en los 70´s era así…
-
Claro, que si no fuera por estas “cosillas”, el
destartalado cine de la Palmera y Tribilín, con su proyector a pedales y sus
medias películas. Los tonos con los Traffic o los Shains, (con LSD y mezcalina
incluidos), los agarres en el bufadero, las llamadas a Lima desde las cabinas prehistóricas
a manivela, y el fulbito, estábamos jodidos…
La noche anterior a la
aparición de la calata en el baño, habíamos estado chupando harto trago en la fiesta
de los García en San Isidro. Yo como buen gil, había ido como en los últimos
cuatro años, con mi enamorada “la celosa Sarita, que-no-se-les-escapaba-una-“ Y
encima, tenía que llevarla hasta su casa en Magdalena, y de ahí, regresar dormir a San Bartolo,
Cuando
llegamos a la fiesta, ya estaban casi todos instalados, menos nosotros, por
asuntos de maquillaje y el que me pongo.Ni
bien atravesé la puerta, -Sarita se había retrasado unos cuantos metros saludando-
pude ver entre a gente que conversaba en
medio de la sala, a una chica que se alejaba de la radiola luego de poner el
disco “If you leave now” de Chicago. Su piel bronceada resaltaba sobre un delgado
vestido color crema, trasluciendo sus suaves curvas. Parte de su cabello rojizo
ensortijado le caía desordenado sobre su frente,el resto de su pelo lo tenia atado
con una cinta del mismo tipo de cuero de sus sandalias que enseñaban unos
piececitos redonditos, era un bombón.
Me acerqué
unos pasos para apreciar más de cerca su par de ojazos color turquesa que
resaltaban en su dorada piel. Mientras avanzaba hacia ella, no dejaba de
mirarme con curiosidad y coquetería. Disimuladamente le devolvía la mirada y le
sonreía, - no sin antes ver si aún seguía Sarita en el recibo de la casa. Cuando
de pronto, sentí un fuerte piñizco en el brazo, y un:¡qué te pasa huevón, una
miradita más y a ti y a la puta esa de pelo pintado y los agarro a cachetadas!-
me ampayó la loca.
Mi amorcito era bajita y flaquita pero pegaba durísimo,
además lo hacía en cualquier lugar y sin importarle la gente, y esa noche la
quería pasar bien, así que borrón, y cuenta nueva
Sarita no paraba de bailar y
yo de tomar cuanto trago se me cruzaba.
En una de esas que voy al baño,
me cruzo con el bomboncito que puso el LP de Chicago, - a esa hora ya sabía que
era trujillana y que estaba de paso-, disimuladamente
me pasa un papelito. En la borrachera que yo estaba a esa hora, ni bola le di
al asunto. De regreso del baño, Sarita me pide que la lleve a su casa.
Al día
siguiente me despierto vestido en San Bartolo,-una vez más el piloto automático
de mi Hillman se había portado-.pensé- mientras un monstro en mi cabeza me agarraba
a golpes fuertísimo, y para remate un sol africano me ataca por la ventana
desde afuera. Cuando me quito la ropa para ponerme la ropa de baño, encuentro
una servilleta con un número, un nombre Clara y un “llámame”, - por suerte mi
chiquilla ese día iba al Regatas con sus hermanas, así que al toque la llame desde
la vieja cabina para que viniera a San Bartolo,
ella me respondió con una dulce vocecita, y me dijo que iba a tratar de venir
en el ómnibus Caycho.
Ya
en la playa, me encuentro con la gente de siempre, las tablas estaban sobre la
arena apoyadas en el muro, las chicas echadas sobre sus toallas de flores
embetunadas con un meloso Hawayan
Tropic, mientras que Pichicho, Marquitos, Panchoconcha, Mao, Chinito Miracolor
y el gordo Esponja, estaban que las jodían, aburridos por el mar “flat” de
Febrero.
De
pronto se aparece la trujillana y la cosa cambia. La loca se había montado en el viejo bus Caycho para venir hasta el sur.
Yo no lo podía creer. Ni bien se acercó dónde estábamos, la saludé como si la
conociera de años, y al toque la agarré del brazo y la llevé a tomar unas
cervezas a donde la abuelita del Miramar, bien lejos de las miradas de las
chismosas. Felizmente los zapasos entraron a correr el “late”.
Ya
en el restaurante, después de un par de cervezas le dije si no quería subir a
cambiarse a mi casa, a lo que ella atracó al toque.
Mi
casa (que no era mi casa en realidad, sino del negro), la compartía con tres amigos.
Tenía una distribución con todas las puertas de los dormitorios mirando a la
calle y en el centro, el baño. A un extremo, el resto de la casa.Ni
bien llegamos, la hice pasar a otro cuarto que no era el mío, -ya que por la
prisa había dejado la llave en la playa.
Ya, los
dos a solas en el cuarto, me pidió que le ayudara a sacarse su ropita, que
solita no podía, la pobrecita. Cuando termine de ayudarla, me tope con el
cuerpito de una diosa griega. Yo, el Javier pendejo, estaba paralizado, mientras
que ella mientras me sonreía coquetamente saca de su bolsa tipo incaica dos
diminutas piezas de bikini, yo seguía en las nubes. Cuando un grito me hizo
aterrizar en picada:
¡DONDE
ESTA ESE CONCHA DE SU MADRE DE JAVIER. CUANDO
LOS ENCUENTRE A ESE Y LA PUTA DE LA TRUJILLANA LOS VOY A MATAR!
Yo temblaba
detrás de la puerta. Ella petrificada y“al natural” me miraba asustada. En eso escucho la voz del
Negro (el dueño del cuarto)-pidiéndole que se calme, -la loca ni caso le hizo y
siguió gritando-
¡Que
me voy a calmar carajo!, si la Carina me
ha dicho que subió de la playa con una puta pelirroja
-a la
muy chismosa de la Carina yo la mato si me escapo de esta- pensé- mientras la
trujillana desnuda se aferraba a mi brazo temblando.
-No
te vayas a mover, cállate y pégate a mí.- le dije en voz bajita. Ella del susto seguía apretada a mi toda desnuda.
Entre
grito y grito, y patadas en la puerta del cuarto de al lado -que era el mio y estaba
vacío-, escucho de nuevo la voz salvadora del Negro que le dice: -si está
Javier, debe estar en la cocina.
Al
ya no escuchar sus gritos y golpes, abro despacito la puerta y al no ver a
nadie y sin darle tiempo de pensar, la saco del cuarto a la trujillana, y así
calatita la encierro rápidamente con llave en el baño. Inmediatamente voy corriendo a la cocina, -felizmente no me había quitado mi ropa de baño-la
encuentro hecha un pichín. Antes que ella pronuncie alguna palabra, me adelanto
y le digo, ¡Me tienes harto con tus celos y tus imaginaciones, siempre haciendo
escándalos por todos lados, hasta afuera se escuchan tus gritos de loca!
-Eres
un pendejo , esta vez no me la haces,
la Carina me ha dicho que has subido de
la playa con una pelirroja que nos es de acá, - contraatacó- pero con un tono ya
más suave, quizás desconcertada con mi actitud.
- Claro
que he subido con ella, pero para acompañarla al paradero- , le digo mientras
le agarro las manos, por si me vaya a pegar.
- O sea
que ahora eres el buenito de la playa en acompañarla y en ropa de baño - me contesta mientras
trata de zafar sus manos
- Si
quieres vamos a buscarla, a lo mejor no se ha ido aun y la llevamos. ¡Porque
nos vamos a Lima!.– esta vez yo era el que gritaba. Ella
no podía creer, como le había cambado la torta.
- Estoy harto de tus celos- continúe
hablándole con tono más serio, sin
soltarla
-
No, yo me quedo- me contestó desafiante
.- Vámonos
a Lima de una vez, ya me cansaron tus celos, le contesté llevándola hacia mi
carro y subiendo a su lado.
Cuando
ya estábamos de regreso, por la carretera a la altura de Conchán, siento el
bulto de una llave. Era de la puerta del baño, con la que había encencerrado a
la trujillana. La cagué de nuevo.
Al día
siguiente el negro me contó, que no tenía ni idea que yo había dejado a una chica
encerrada en el baño. Solo hasta cuando sintió un toc toc detrás de la puerta,
supo que alguien estaba ahí, a lo que el pregunto que ¿quien estaba ahí?
-Javier me ha dejado encerrada. Ábreme la
puerta por favor- le respondió una vocecita para su sorpresa
Cuando
quiso abrir, la llave no estaba, e en su lugar. El Negro supuso que del susto
me la había llevado
-Voy
a pedir ayuda para que traigan una soga para sacarte por el techo, que es el
único sitio por donde podemos sacarte-, le dijo el negro para darle animo
-
-¡No, por favor! Grito aterrada, no traigas a
nadie porque estoy desnuda. Ella al gritar no podía percatarse que el negro en ese momento ya no estaba solo,
los otros que compartían la casa ese día
habían regresado de correr. A la media hora, ya no eran solo los que estaban en la
casa, sino también todo San Bartolo, trepados en el techo para ayudarla a salir
del baño.
Que
fue ella? Bueno, al año de este vergonzoso
episodio (para mi), ya no estaba con
Sarita, y en unos de mis viajes a Chicama me topé con ella de paso por
Trujillo. -seguía igualita de bronceada a pesar que era invierno-. lo
sucedido un año antes se lo había tomado
bacán, y para mi sorpresa como una anécdota graciosa.
Me
acompaño a Chicama y pasamos una semana en el Hotel Sony, con largas noches y largas
olas. De vuelta a Lima se quedó en Trujillo.
Nunca más supe de ella.
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