miércoles, 27 de julio de 2016
CUENTO: EL FLORIPONDIO Y JIM MORRISON
EL FLORIPONDIO Y JIM MORRISON
Un ligero temblor recorrió su esquelético cuerpo, esa fria noche de octubre de 1972. Tocaban los Telegraph en el Galaxy, momento perfecto para probar el ansiado floripondio y reunirse con su ídolo Jim Morrison, muerto un año antes . Era como si se hubieran conjurado los planetas ese día para que Esteban gire en el infinito con ellos. No solo se iba a inmolar el, sino también lo acompañarían en su vuelo al mas allá, el Chuncho, el Gringo Banquero y la gringa Rosmary, con la que pensaban tener su ultimo polvo.
Mientras se metía dentro de sus apretados jeans blancos con gruesas rayas azules y su camisa de flores, venia a su mente el chato Santiago, aparecido muerto una semana antes en la curva de Atocongo mientras tiraba dedo rumbo al festival de Contacta en el Cuzco. Pensar que fue el de la idea de probar floripondio pero en Urubamba. Esta noche lo volvería ver si todo sale bien y las flores funcionan- pensó- mientras se amarraba su corta cola contemplando su flaco cuerpo vestido de rayas y flores.
Llego la esperada noche. Las flores recién cortadas las tenia Benito en su maletera. Llegó puntualmente a la Huaca Juliana, lugar de encuentro. Junto a ellos estaba Lalo que vivía cerca y era el que herviría las flores. Ya dentro de su casa, pusieron las flores en una vieja olla con agua, cuando el espeso liquido con las flores disueltas ya estaba listo, lo vaciaron en dos botellas vacías de pisco y se dirigieron al concierto, no sin antes darles su ultimo y solemne adiós a Lalo.
Llegaron al club y se zamparon como siempre mientras la gringa distraía con sus encantos a unos despistados porteros. Open de door, thanfing going, sonaba una tras otra, ultimas canciones que escucharían antes de probar el venenoso liquido que aguardaba por ellos en el viejo opel Kadet, mal estacionado en el Bar B.Q, a unas cuadras de ahí. Termino el concierto, salieron. Llegaron al estacionamiento. Benito arranco su destartalado carro. Destaparon las botellas con el espeso liquido verde. Uno por uno fueron pasándose la botella después de tomar un largo y amargo trago. El destino era el bosque de Pachacamac, lugar donde tantos vuelos de ácido hicieron en sus cortos años.
El auto salio hacia la vieja carretera por la avenida República de Panamá, mientras el carro ya cruzaba Chorrillos y al ver que la amarga bebida no surtía el efecto esperado, decidieron fumarse un troncho colombiano
Ni bien terminaban de dar sus ultimas pitadas, Benito detuvo el humeante auto por un semáforo en rojo. Esteban volteo a ver el carro del costado y se asustó. Un monstruo verde lo miraba a través de unos flameantes ojos rojos. Era tal la expresión del flaco que todos voltearon a ver que era lo que lo habia asustado. Un monstruo que manejaba un taxi miraba hacia ellos furiosamente.
Un monstruo! Un monstruo! Avanza huevón! Le gritaban a un Benito que no entendía que pasaba. En eso, el auto comenzó a elevarse. Baja el carro huevón que nos matamos! gritaba la gringa mientras miraba hacia abajo por la ventana abierta, intentando saltar, con Esteban aferrándose fuertemente de su garganta. Ya bajo, ya bajo!, les gritaba Benito, mas asustado que ellos por los gritos que daban, mientras conducía su carro rumbo al sur. Llegaron al bosque de Pachacamac, apenas bajaron del Opel, Benito arrancó su pequeño auto y los dejó.
Esteban despertó, vio a su padre acercándose a su cama, cuando estaba a punto de abrazarlo no era el, sino un inmenso sapo. Esteban se para asustado sobre su cama, se acerca al monstruo vede que habia invadido su cuarto, se saca su pipí y lo mea. Se vuelve a dormir. Se despierta, ahora era su madre era la que tenia frente a el. Que has hecho hijo mio!, grita desesperada, Esteban hace gestos como si estuviera cazando mariposas. Se ha drogado, va a morir por tu culpa! le gritaba al aun cara se sapo de su padre. En eso como para asustarla mas, el flaco Esteban hizo como si se colocaba una jeringa en el brazo. Se ha inyectado, se ha inyectado, tu tienes la culpa, por no ver nunca a tu hijo, le increpaba su madre a un padre que lloraba en un rincon del dormitorio.
Se vuelve a dormir. Se despierta con su cara llena de granos, se toca su larga cabellera y la siente pegajosa. Es ya de noche. Borrosamente divisa tres cuerpos. Benito, el Gringo y el Chuncho se acercan. Seguimos aquí le dijeron. Rossmary partió, nos dejo por Jim Morrison.
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