miércoles, 14 de septiembre de 2011

PATRIMONIO: Patrimonio Vernaculo

EL “PATRIMONIO VERNACULO” CONTEMPORANEO Y SUS COMPLEJIDADES. Una lectura desde la arquitectura del pastoreo en las tierras altas andinas.


CONTEMPORARY “VERNACULAR HERITAGE” AND ITS COMPLEXITIES. A reading from the architecture of pastoralism in the Andean highlands.

ARGENTINA

Julieta Barada + Jorge Tomasi



RESUMEN

Lo que suele conocerse como “patrimonio vernáculo”, en particular el contemporáneo, presenta una serie de problemáticas asociadas con una producción arquitectónica que está inmersa en un proceso de construcción continuo y que está imbricada con determinadas prácticas, relaciones sociales, significaciones y ritualidad. Precisamente hacia estas características del “patrimonio vernáculo” se orienta la discusión que nos proponemos en este trabajo. Nos concentraremos en el análisis de las complejidades asociadas al estudio de la arquitectura doméstica asociada con el pastoreo en las tierras altas dentro de la provincia de Jujuy, República Argentina, a partir del trabajo de campo desarrollado en paralelo con un proyecto de extensión universitaria. Partiremos de comprender que el patrimonio es un concepto que abarca no sólo la protección de ciertos objetos construidos, sino también el entendimiento de una práctica arquitectónica que es indisociable de sus valores y sentidos dentro de un determinado modo de entender el mundo.

Palabras clave: Patrimonio, Arquitectura Vernácula, Prácticas pastoriles, Espacio Doméstico

 . INTRODUCCIÓN

Aproximarnos al patrimonio que suele ser conocido como vernáculo nos presenta una serie de problemáticas particulares más que significativas. Esto se vuelve aún más complejo cuando no se trata sólo de discusiones teóricas sino que involucra también la puesta en marcha de acciones concretas. Al enfrentamos a un patrimonio vernáculo contemporáneo estamos tratando con una construcción material, social y simbólica que es propia de nuestro presente tanto como es evidencia de la continuidad y cambio dentro de una tradición. En realidad deberíamos transcender esa dicotomía y partir de pensar a la tradición, retomando a Gadamer (1991), no como algo traído del pasado, de otro tiempo, sino más bien desde la dinámica en la que es afirmada y transformada continuamente desde el hoy. Es así como al pensar en este patrimonio vernáculo debemos comprender que está sujeto a un cambio constante y que esa dinámica hace a su condición. Esto nos enfrenta a la pregunta de cómo se generan, en este contexto políticas y acciones que no sean contrarias a esta condición dinámica y a cómo esta arquitectura es concebida localmente. En este punto, la discusión sobre el lugar que deben ocupar en las discusiones y acciones las personas que crean y recrean este patrimonio se vuelve insoslayable.

En relación con esto, plantearemos que no podemos dejar de pensar la producción arquitectónica vernácula desde la densidad de sentido que está imbricada en el modo en que una sociedad ordena su mundo y se entiende a sí misma como parte de éste. Esto implica trascender la mirada sobre un objeto para comprenderlo asociado con determinadas prácticas y relaciones. A lo largo de este trabajo nos proponemos reflexionar sobre esta condición del patrimonio vernáculo específicamente a través del modo en que es concebida la arquitectura doméstica y sus espacios tomando como caso un contexto particular como es el de la Puna, particularmente en el área de Susques en Argentina. El material que utilizaremos surgirá del trabajo de campo etnográfico realizado en forma continua desde el año 2003, y de las actividades de construcción colectiva que se han encarado en el contexto de distintas acciones de extensión universitaria.

A estos efectos nos proponemos en una primera parte recorrer brevemente los cambios en las nociones de patrimonio que han favorecido la incorporación de la producción vernácula dentro de las discusiones y políticas. En este mismo apartado necesariamente deberemos al menos reconocer la complejidad asociada a la definición de qué se entiende por patrimonio y arquitectura vernácula. En la segunda parte nos concentraremos en las características de las “casas” en Susques reconociendo particularmente el modo en que son permanentemente transformadas en relación con los cambios continuos en los grupos familiares.

Antes de avanzar sobre los objetivos de este texto, debemos realizar una breve introducción a nuestro espacio de estudio. Al hablar de Susques, cabe señalar, nos estamos refiriendo tanto a una localidad como al área circundante, de unas 130.000 hectáreas con altitudes que oscilan entre los 3500 y los 4200 msnm, en la que distintos grupos domésticos que pertenecen a ésta tienen sus territorios de pasturas en los que crían sus rebaños de llamas, cabras y ovejas en el marco de una lógica pastoril. Veremos más adelante que esto es significativo a la hora de la compresión de la arquitectura doméstica asociada. Si bien Susques actualmente forma parte de la provincia de Jujuy, esto es así recién desde 1943 cuando fue anexado el departamento del mismo nombre a ésta provincia. Antes había sido uno de los departamentos, junto al de Pastos Grandes, Antofagasta de la Sierra y San Antonio de los Cobres, del extinto Territorio de Los Andes que se había formado en 1900 al incorporarse esta porción de la Puna de Atacama a la Argentina. Anteriormente había formado parte de Bolivia, primero, y Chile después que la había ocupado durante la Guerra del Pacífico. Susques es una localidad que, de acuerdo al Censo Nacional del 2001, tenía una población de unos 1140 habitantes y que se ha convertido en un centro regional de una relativa importancia regional de la mano con su posición estratégica del corredor bioceánico que conecta Argentina y Chile por el Paso de Jama. (Fig. 01)



1. ACERCA DEL “PATRIMONIO VERNÁCULO”

La noción de patrimonio y las problemáticas de su concepción y gestión se han ido configurando y ampliando con gran intensidad al menos desde la segunda mitad del siglo XX a partir de la necesidad de reconocer y proteger determinadas producciones materiales e inmateriales que se entendía formaban un “patrimonio”. La UNESCO en su “Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural” de 1972 planteaba que “el deterioro o la desaparición de un bien del patrimonio cultural y natural constituye un empobrecimiento nefasto del patrimonio de todos los pueblos del mundo” (UNESCO, 1972: 1). La construcción de la idea de patrimonio estaba asociada con el reconocimiento de ciertos valores más o menos universales que tenían que ser protegidos.

En un primer momento, en lo que respecta a la arquitectura, la mirada estaba enfocada casi exclusivamente en los “monumentos artísticos e históricos”. La Carta de Venecia de 1964 se observaba que: “Cargadas de un mensaje espiritual del pasado, las obras monumentales de los pueblos continúan siendo en la vida presente el testimonio vivo de sus tradiciones seculares” (ICOMOS, 1964). Estas primeras concepciones, dominaron el campo de la preservación patrimonial durante los tres primeros cuartos del siglo XX. Basadas en una categorización jerárquica en favor de lo artístico monumental y de los espacios arquitectónicos que supieron adquirir una significación cultural desde ciertos grupos hegemónicos, estas visiones han sido revisadas y ampliadas en posteriores documentos donde se comenzó a plantear que la noción de patrimonio arquitectónico debía abarcar a “todos los conjuntos construidos que se presentan como una entidad, no solamente por la coherencia de su estilo, sino también por la huella de la historia de los grupos humanos que allí han vivido” (ICOMOS, 1975).

De alguna manera se empezó a discutir la segregación jerárquica entre los conjuntos de un supuesto mayor o menor valor. A su vez, esta declaración representó un avance en materia de entender a la conservación patrimonial como una tarea integrada y no solamente ligada a factores artísticos y estéticos. En concordancia con estas primeras aperturas del concepto de patrimonio, la “Carta para la Conservación de las Poblaciones y Áreas Urbanas Históricas”, incluyó en la categoría de patrimonio los cascos, ciudades y pueblos con su entorno natural o hecho por el hombre que “son expresión de los valores de las civilizaciones urbanas tradicionales”, definiendo “los principios, objetivos, métodos e instrumentos de actuación apropiados para conservar la calidad de las poblaciones y áreas urbanas históricas y favorecer la armonía entre la vida individual y colectiva en las mismas, perpetuando el conjunto de los bienes que, por modestos que sean, constituyen la memoria de la humanidad” (ICOMOS, 1987).

En relación al sentido de la valoración de la memoria como parte del proceso de construcción de identidad, la posterior “Carta de Brasilia” planteó, respecto del reconocimiento del patrimonio latinoamericano, que “los edificios y sitios son objetos materiales portadores de un mensaje o argumento cuya validez, en un marco de contexto social y cultural determinado y de su comprensión y aceptación por parte de la comunidad, los convierte en patrimonio” ((ICOMOS, 1995). Resulta importante destacar el reconocimiento que se hace presente de los contextos particulares en los que se produce una determinada arquitectura como parte del mismo patrimonio, destacando la necesidad de comprender a la misma en su contexto histórico-social.

La ampliación de la mirada acerca del patrimonio arquitectónico permitió reconocer también aquellas producciones que no provienen de los grupos dominantes y por lo tanto no ingresan de manera completa en el sistema de valores y jerarquías establecido por estos. En este sentido, la “Carta del Patrimonio Vernáculo Construido” del ICOMOS planteó que:

“El Patrimonio Vernáculo construido constituye el modo natural y tradicional en que las comunidades han producido su propio hábitat. Forma parte de un proceso continuo, que incluye cambios necesarios y una continua adaptación como respuesta a los requerimientos sociales y ambientales. La continuidad de esa tradición se ve amenazada en todo el mundo por las fuerzas de la homogeneización cultural y arquitectónica” (ICOMOS, 1999).

Sin dudas esto implicó la apertura hacia ciertas producciones arquitectónicas que históricamente habían sido ignoradas. Sin embargo, como veremos, esta incorporación del patrimonio vernáculo a las categorías de clasificación patrimonial, trae consigo una serie de valoraciones y consideraciones asociadas que se encuentran ligadas a la problemática de la misma concepción de lo vernáculo. Efectivamente, la noción de “arquitectura vernácula”, ha sido utilizada, discutida, definida y redefinida constantemente por múltiples autores. En términos generales, lo que se intenta es englobar una cierta producción arquitectónica que se diferencia de aquella producida desde los ámbitos disciplinares. Sin embargo, las definiciones de esta noción han estado asociadas con frecuencia a ciertas adjetivaciones como popular, natural, tradicional, rural, anónima, espontánea o primitiva, de modos muchas veces acríticos. Estas concepciones estaban asociadas con ciertos marcos interpretativos dominantes en cada momento y han tendido a invisibilizar muchos de los rasgos constitutivos de estas producciones arquitectónicas. En este contexto, nos interesa revisar algunas de estas categorizaciones que, a través de la historia han estado asociadas a la comprensión de la arquitectura vernácula y que sostienen una gran presencia en muchas consideraciones actuales y en el problema de su reconocimiento como patrimonio.

Ya la Declaración de Amsterdam planteaba que “la protección de estos conjuntos arquitectónicos no puede ser concebida más que desde una perspectiva global, teniendo en cuenta todos los edificios que tienen valor cultural, desde los más prestigiosos a los más modestos” (ICOMOS, 1975). Si bien claramente esta Declaración ampliaba notablemente el universo de lo patrimonializable, heredaba construcciones conceptuales previas. Es así como aparece una de las adjetivaciones que se encuentran todavía asociadas muchas veces al patrimonio vernáculo, que es su supuesta “modestia”. Esta “modestia” emerge en definitiva de la diferenciación entre aquello que es considerado de carácter monumental y aquello que no lo es. La idea de un “patrimonio modesto” lleva implícita una subvaloración establecida a través de su importancia y su calidad, tanto técnica como conceptual, desde una construcción universalista que determina la significación de una determinada arquitectura por fuera del sistema de valores en el cual se inserta y su contexto social de producción.

Una de las ideas más fuertes respecto a la definición de lo vernáculo ha sido su asociación con lo “natural”. Estas miradas acerca de lo vernáculo que se empezaron a establecer a finales del siglo XIX y en la primera parte del XX, han sido continuadas en posteriores trabajos y la concepción de la arquitectura vernácula ligada a la procedencia de sus materiales es una referencia que se mantiene con suma frecuencia en la actualidad. Estas concepciones en las cuales la arquitectura vernácula es definida, fundamentalmente, por la utilización de determinados materiales y técnicas asociadas a un entorno “natural” son al menos problemáticas, y en definitiva surgen del determinismo ambiental. Se trata entonces de una construcción conceptual que ha tendido a asociar estas arquitecturas con una respuesta más o menos instintiva a las condiciones de un determinado ambiente negando en última instancia la capacidad de agencia de quienes las producen. Dentro de este posicionamiento, subyace entonces otra de las visiones que la arquitectura vernácula ha tenido con una notable persistencia a lo largo del tiempo, que es la “espontaneidad” de su producción. Entendiendo de este modo que lo “espontáneo” se encuentra vinculado, a su vez, con los rasgos presuntamente “instintivos” e “irreflexivos” de estos grupos sociales que, según entienden los autores, todavía se mantienen bajo el dominio y gobierno de la naturaleza (Tomasi, 2011b). Un buen ejemplo, entre muchos otros, de este enfoque, lo dio Mariano Zamorano en su trabajo sobre la “vivienda natural” en la Argentina cuando observó que estas obras “no parecen obra del esfuerzo humano, sino nacidas del mismo suelo” (1950: 90). La arquitectura vernácula se presenta no como obra de los intereses y propósitos de un grupo sino de la naturaleza que los gobierna. Es decir, la influencia de la naturaleza en estas arquitecturas no solamente es vista como un condicionante sino como un sistema que determina, en definitiva la existencia misma de estas sociedades. De estas lecturas se desprende a su vez, una mirada que implica un cierto “cariño” hacia estas arquitecturas ligado a una visión romántica acerca de estos grupos sociales que, se encuentran “más arraigados” a la naturaleza que los propios, quienes ya la habrían superado (Tomasi, 2011b). En definitiva, es una idea que está impregnada de una conceptualización evolucionista de las sociedades, en este caso a partir de sus arquitecturas.

Sin que necesariamente este presente siempre la componente “naturalista”, la mirada romántica está presente en muchas de las construcciones patrimoniales sobre lo vernáculo. De hecho, en la mencionada “Carta del Patrimonio Vernáculo Construido” de ICOMOS, podemos observar una mirada que se asocia con las adjetivaciones mencionadas anteriormente: “Sería muy digno para la memoria de la humanidad si se tuviera cuidado en conservar esa tradicional armonía que constituye la referencia de su propia existencia” (ICOMOS, 1999). La vinculación de la arquitectura vernácula con una idea de “tradicional armonía”, asociada a su vez, a una condición existencial, hace referencia a estas visiones que estamos observando, donde las condiciones de una relación armónica con un cierto ambiente se trasladan a su vez a la construcción de los grupos sociales y su producción arquitectónica.

Declaratorias posteriores a esta Carta de ICOMOS se propusieron poner especial énfasis en la conservación de la “arquitectura rural y vernacular”, “como base de la comprensión de un modo de vida, de adaptación al territorio, y de tecnologías tradicionales” (UNESCO, 2003). La arquitectura vernácula quedaba asociada con una respuesta mayoritariamente utilitaria a un entorno físico particular a través del aprovechamiento de los recursos disponibles. Es decir, si bien se reconocía a la acción humana en la producción de estas arquitecturas, su aporte se observaba desde una mirada fundamentalmente utilitaria y empirista. En esta línea, por ejemplo, de acuerdo Torres Zárate, “la arquitectura vernácula y propiamente la vivienda, es el resultado de siglos de evolución de una solución pragmática, la cual ha sido probada generacionalmente y que ofrece la mejor opción funcional a las diversas actividades, tanto económicas del medio rural, como culturales propias de las relaciones sociales tradicionales. Por ellos es innegable la existencia del valor de lo útil en estos espacios” (Torres Zárate, 2009: 8).

Conceptos como “adaptación”, “pragmatismo” y “solución” tienen una gran presencia en las definiciones y miradas sobre lo vernáculo, impidiendo comprender allí los sentidos profundos que subyacen a toda producción arquitectónica. Las formas técnicas y materiales asociadas a las posibilidades de un determinado territorio implican, por un lado una tradición constructiva ligada a la elaboración de una forma técnica y estética como resultado de un complejo sistema de utilización de recursos. Pero por otro lado, implican también la existencia de una conceptualización del espacio y tiempo particular de cada grupo social. La práctica constructiva, en todos los casos, requiere el desarrollo de una mirada sobre el diseño arquitectónico que traduce valores y modos de utilización de los espacios ligadas a formas y prácticas locales que encierran, a su vez, tradiciones, conflictos e imaginarios. De este entendimiento de la producción arquitectónica de un grupo social en un momento histórico determinado, se desprende la importancia del reconocimiento del patrimonio no como un objeto aislado sino como parte de una construcción social histórica. En este sentido, no parecería suficiente definir una producción arquitectónica, cualquiera sea, únicamente como una solución técnica y constructiva, sino más bien como una construcción social a través del cual la historia arquitectónica se constituye entonces como representación de una historia social (Urton, 1988).

El reconocimiento de los modos de “hacer arquitectura” que cada grupo social valida con el paso del tiempo se presenta como fundamental para trabajar desde las mismas concepciones locales en las acciones de gestión patrimonial. En este contexto, y en relación a lo planteado más arriba, debemos observar que la comprensión de las distintas formas de producción arquitectónica requiere que éstas sean analizadas en el marco del universo de prácticas y relaciones en que son producidas, y dentro del modo particular de “ordenar el mundo” de una determinada sociedad. Si entendemos a la arquitectura como una construcción social, es necesario analizar cómo se organiza una sociedad, sus relaciones y valores para poder comprender el sentido de sus prácticas, incluso las constructivas. Si la mirada está puesta únicamente en el objeto, corremos el riesgo de observar la arquitectura reduciendo a la producción constructiva de un lugar o una sociedad a una serie de características formales independientes de su contenido social y simbólico.

En este sentido, el estudio de la arquitectura doméstica, en este caso la vernácula, excede, aunque naturalmente incluye, el análisis de un objeto físico con sus paredes y techos. La “casa”, en tanto estructura arquitectónica, no es autoexplicativa sino que está imbricada en lógicas productivas, formas de organización social y un universo simbólico. Por otra parte, la arquitectura participa de la definición de una determinada espacialidad doméstica que tiene características particulares. El espacio doméstico está física, y arquitectónicamente delimitado, asentado en un cierto entorno geográfico y a su vez construido histórica y socialmente en el marco de las relaciones y prácticas que un determinado grupo desarrolla en un contexto dinámico. De esta manera es tanto un producto como un proceso que está asociado con ciertas prácticas y relaciones sociales, tal que existe una interacción entre un espacio, con su materialidad, límites y objetos, y los actores que se desenvuelven en él modificándolo y recreándolo, modificándose y recreándose. En esto nos enfocaremos, a partir de nuestro caso de estudio, en el siguiente apartado.



2. RELACIONES SOCIALES, SIMBOLISMO Y UNA CONSTRUCCIÓN DINÁMICA EN LA PUNA

Como lo adelantamos en la introducción nos enfocaremos en ciertas características de la arquitectura doméstica en la Puna de la provincia de Jujuy, particularmente en Susques. La condición de sociedad pastoril de un porcentaje importante de la población de Susques es un punto de partida más que significativo a los efectos de la comprensión de su espacio y arquitectura domésticos. Efectivamente el dinamismo del pastoreo asociado con una serie de desplazamientos estacionales de los grupos familiares con sus rebaños a lo largo del año nos enfrenta a un espacio doméstico que se constituye como tal a partir de un conjunto de distintos asentamientos dispersos. Es decir, cada grupo doméstico posee y controla una serie de asentamientos distribuidos dentro de sus territorios de pasturas que son recorridos siguiendo un cierto ciclo anual. Sintéticamente este sistema de asentamiento se compone de una residencia principal, conocida como “domicilio” o “casa de campo”, y una serie de “puestos” o “estancias” en un promedio de cuatro o cinco por grupo doméstico.

La cantidad, ubicación y densidad de uso de estos asentamientos está asociada con una compleja trama de factores que involucra por un lado la necesidad de sostenimiento de los rebaños en un contexto ambiental como el puneño a partir del aprovechamiento diferencial de recursos, pasturas y agua, a lo largo del año. Las “estancias” tienden a estar ubicadas entre los 3500 y los 4200 msnm y se busca así aprovechar las diferencias ambientales y altitudinales. Por el otro, el sistema de asentamiento y la presencia del grupo doméstico allí son indisociables del control y apropiación de ciertos lugares históricamente significativos. Los territorios familiares están sujetos a cambios producto de los procesos de fusión y fisión en la transmisión de los derechos de uso entre generaciones. Estos cambios a su vez conllevan modificaciones en los asentamientos. En esta dinámica el territorio se constituye como un palimpsesto en el que se van superponiendo marcas, construcciones de distintos tiempos altamente cargadas de significados para los miembros del grupo doméstico y que hacen a su definición como tal.



No podemos explayarnos aquí en las características de los distintos asentamientos pastoriles en Susques, pero si es importante que nos detengamos en los “domicilios”, las “casas de campo” de los grupos domésticos, para profundizar la idea de la construcción como un hecho dinámico. Estos son los principales asentamientos y por otra parte se constituyen como una referencia del grupo doméstico dentro de Susques. Los “domicilios” están organizados a partir de la agregación de diferentes recintos, en general cubiertos, en torno a un “patio”, que se constituye como el centro social y simbólico, que a su vez contribuyen a definirlo como tal. La variabilidad de dimensiones entre “domicilios” es más que significativa y estas diferencias están asociadas en buena medida con las diferentes antigüedades que tienen. De alguna manera, los “domicilios” están sujetos a un proceso de construcción continua tal que periódicamente se le suman nuevas “casas”. Distintos autores han llamado la atención sobre las relaciones que existen entre las configuraciones de los espacios domésticos y las formas de organización familiar, sin que esto pueda tomarse como una correspondencia punto por punto. En esta dirección apuntan las transformaciones en los “domicilios” en tanto y en cuanto están íntimamente relacionadas con el ciclo de desarrollo del grupo doméstico. (Fig. 02 y 03).

Aunque pueda resultar un resumen un tanto esquemático, podemos sintetizar el proceso partiendo de una pareja que construye las primeras “casas” de su “domicilio” en un determinado paraje. Cuando sus hijos e hijas conformen sus propias parejas levantarán en un primer momento sus “casas” dentro del “domicilio” de los padres. Cuando estos fallecen uno de los hijos o hijas, en general el menor, recibirá el “domicilio” mientras que el resto de los hermanos y hermanas eventualmente lo dejará el del los padres y construirá el suyo propio en las cercanía. Aquellas “casas” en el “domicilio” original que pertenecieron a los padres y abuelos, una vez que estos fallecen, van quedando sin su techo pero no son derribadas y generalmente tampoco son vueltas a habitar. De alguna manera esas “casas mochas” se constituyen como la presencia de los antepasados y el “domicilio” como una construcción material en la que se ponen en evidencia y se construyen las relaciones que conforman la “familia” integrada tanto por los vivos como por los muertos. La “Casa” es tanto un producto como un proceso que está arraigado y es indisociable de las formas locales de organización social. La “Casa” está sujeta a una transformación constante que es inherente a su condición doméstica y no sólo un rasgo particular. La idea de que una “Casa” está “terminada” de alguna manera es contraría a su estructura conceptual, más bien lo que observamos en un determinado momento es parte de una “historia hasta ahora”, en términos de Massey (2005).

3. CONSIDERACIONES FINALES

Tal como hemos planteado a lo largo del texto, la comprensión de la arquitectura vernácula, y particularmente la doméstica, no puede pensarse por fuera del universo de prácticas, relaciones y valores de una sociedad que la produce. El caso que brevemente hemos descripto de la conformación del espacio doméstico en Susques nos pone en evidencia la articulación de la producción arquitectónica con un determinado “modo de ordenar el mundo”. Por un lado, se nos presenta un espacio doméstico que tiene la particularidad de conformarse a partir de un sistema de distintos asentamientos distribuidos dentro de un territorio doméstico. Esta organización del espacio está arraigada en las estrategias de aprovechamiento de recursos dentro de la dinámica de desplazamientos propia del pastoreo. Al mismo tiempo hemos planteado cómo la “Casa” está sujeta a un proceso de cambio permanente en relación con las transformaciones dentro de los grupos domésticos. Cabe insistir en que no son cambios esporádicos sino que se trata de una dinámica que hace a la definición de qué es una “Casa” en Susques. Hemos tomado un caso de estudio en la Puna para ejemplificar esta discusión sobre la problemática del patrimonio vernáculo pero análisis similares se han hecho para distintas sociedades, pastoriles y no, en distintos sitios.

En términos generales podemos observar que las transformaciones en las prácticas, sentidos y formas de hacer arquitectura forman parte de la definición de las mismas como patrimonio. El riesgo de “congelar” estas prácticas en el tiempo y el espacio en pos de su conservación siempre está presente, pero implica despojarlas de una de sus condiciones, como es la lógica de construcción continua, y de su contemporaneidad. El espacio arquitectónico es siempre dinámico y sus transformaciones responden a su relación dialéctica con los procesos históricos que dejan su huella a modo de un palimpsesto en el que se superponen tiempos. Tal como ha propuesto Amerlinck, es necesario que se conciba a la arquitectura vernácula sin asomo alguno de nostalgia ni romanticismo, no como un producto material inmanente, sino como un proceso cultural, de carácter vital, arraigado en la historia y sujeto a cambios adaptativos, integrados a un sistema productivo, a una tradición y a la propia experiencia.” (2008:387).

La posible “museificación” de la arquitectura vernácula implica una negación de su contemporaneidad basada en el recorte de ciertos rasgos estereotipados considerados valiosos en una mirada hegemónica, su resignificación con fines universalistas y la transformación de sus valores en símbolos mediatizados. Entender al patrimonio vernáculo como una construcción activa y constante nos permite reconocer a dicho patrimonio y a sus sociedades que lo producen como parte de la configuración de un presente arquitectónico y social. En este sentido, el abordaje de la problemática del patrimonio vernáculo contemporáneo requiere necesariamente de un trabajo conjunto de las instituciones con las comunidades, en el cual estas últimas son las que deben ocupar un rol central en el reconocimiento y puesta en valor de sus propias prácticas y tradiciones. Entendiendo que, los valores y sentidos asociados a los espacios arquitectónicos y urbanos están en constante transformación y redefinición en relación a los procesos políticos, sociales y culturales que atraviesan una historia, de la cual también forman parte.

PATRIMONIO: La Importancia del Publico en La Conservación

LA IMPORTANCIA DEL PÚBLICO EN LA CONSERVACIÓN: La movilización ciudadana a favor de la defensa del patrimonio.


ESPAÑA

José Castillo Ruiz + Celia Martínez Yáñez

Resumen

La esencia del Patrimonio Histórico radica en la importancia que para la sociedad tienen los valores que lo integran, casi siempre de esencia pública, común y compartida, que han motivado que en muchos países sus bienes hayan adquirido la condición de bienes de interés general, convirtiéndose incluso en un derecho fundamental reconocido en las Constituciones. De aquí se deriva que la vinculación patrimonio y sociedad resulte imprescindible en cualquier política de protección, lo cual se manifiesta en dos sentidos: mediante la colaboración de la iniciativa privada, de la sociedad civil, en las tareas de conservación y protección y a través de la movilización ciudadana en defensa del patrimonio. En este artículo vamos a centrarnos en dicha movilización, ya que a través de su labor de control e impulso de la acción pública de tutela se ha convertido en el mejor garante de la conservación del Patrimonio Histórico Español, y en una de las formas más legítimas de expresión de su interés social.

Palabras Clave: Patrimonio Histórico Español. Valores Patrimoniales. Movilización Ciudadana en Defensa del Patrimonio. Asociaciones y Plataformas Ciudadanas. España

0. INTRODUCCIÓN



La esencia del Patrimonio Histórico radica en la importancia que para la sociedad (para todas las personas) tienen los bienes del pasado (memoria histórica, identidad, conocimiento, desarrollo personal, diversidad cultural, etc.), de ahí que en muchos países (desde luego en España) hayan adquirido la condición de bienes de interés general, convirtiéndose incluso en un derecho fundamental reconocido en las Constituciones. De aquí se deriva que la vinculación patrimonio y sociedad resulte por tanto imprescindible en cualquier política de protección (en cualquier sociedad), lo cual se manifiesta en dos sentidos: mediante la colaboración de la iniciativa privada, de la sociedad civil, en las tareas de conservación y protección (mecenazgo, fundaciones, deber de conservación, etc.) y a través de la movilización ciudadana en defensa de los valores reconocidos en los bienes históricos. Una tercera forma de participación (y de gran importancia), sería la del disfrute efectivo de los bienes culturales mediante el acceso a ellos, su uso y aprovechamiento, que, en el caso español, se ve además reforzado, no sólo por el propio mandato constitucional - que reconoce el derecho al patrimonio en el marco de los derechos fundamentales-, sino también de forma específica, gracias a la instauración en la legislación de Patrimonio Histórico del derecho de visita pública, que obliga a los propietarios de un bien declarado Bien de Interés Cultural (mueble o inmueble) a permitir la visita de forma libre y gratuita, conforme a las condiciones estipuladas en el artículo 13.2 de la Ley 16/1985, de 25 de junio, de Patrimonio Histórico Español, y sus homólogos en las leyes autonómicas de Patrimonio.

La normativa y doctrina internacional sobre Patrimonio Cultural avala este derecho al disfrute de los bienes culturales y a participar en su preservación desde los primeros textos de las décadas de los sesenta y setenta - que hablan fundamental y tempranamente de la concienciación y difusión de los valores culturales-, al momento actual, en el que el papel de la sociedad resulta determinante a la hora de evaluar importantes criterios como los de autenticidad e integridad, entendidos en un sentido muy amplio. Son significativas de esta evolución, por poner tan solo un ejemplo representativo, las recomendaciones adoptadas en el Seminario Internacional “Vivre dans un grand site. Le pari du développement durable”, conducido por ICOMOS Francia en 2004, que pone el acento en la necesidad de integrar a la ciudadanía y al conjunto de los actores socioeconómicos locales a la hora de determinar tanto los valores patrimoniales de un sitio como las estrategias encaminadas a su desarrollo, proponiendo incluso un método para hacer efectiva esta participación: “La asociación de la población local a los proyectos de puesta en valor, de restauración o de gestión debe superar los simples procesos de información y consulta para llegar a una elaboración conjunta de los mismos según la metodología de las agendas 21 locales”. Junto a otras recomendaciones y principios internacionales de esta clase, sin duda los exponentes más relevantes del carácter esencialmente público de los bienes culturales, y de su fruición y defensa (al margen de su titularidad), los encontramos en instrumentos jurídicos de carácter vinculante, como la propia Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, de 1972 - en la que el valor universal de los bienes protegidos bajo sus auspicios legitima la acción internacional y coordinada para su protección, más allá de las fronteras nacionales y los Estados-Parte que han ratificado la Convención -, o la Convención de Faro, redactada por el Consejo de Europa en 2005 (y ratificada por España en septiembre de 2008), que entrará en vigor en junio del presente 2011. El leit motiv de este nuevo instrumento del Consejo de Europa en el marco de la protección del Patrimonio es precisamente la búsqueda de cauces que potencien la participación social en torno a los bienes culturales mediante fórmulas novedosas, entre las que destacan las que lo dotan de un valor común y compartido (Martínez, 2010). En este sentido, cobra una especial importancia la aparición y reconocimiento de las llamadas “Comunidades patrimoniales” (Heritage communities), compuestas por individuos ligados por su sentimiento de pertenencia a determinados bienes culturales - independientemente de su nacionalidad, origen social, lugar de residencia, vinculación directa o indirecta con el lugar en que se ubica el patrimonio, etc.-, a los que se les reconoce el derecho de participar en su protección y devenir (COE, 2009).

Sin embargo, y a pesar de la continua llamada de los instrumentos normativos e instituciones internacionales hacia el fortalecimiento de la ciudadanía en sus deberes, derechos y responsabilidades con respecto al patrimonio, lo cierto es que no siempre los poderes públicos cumplen con su responsabilidad, ni por lo que se refiere a la propia conservación de los bienes que lo integran, ni en lo tocante a la puesta en marcha de instrumentos que permitan implementar y coordinar las iniciativas de la sociedad encaminadas a valorar, proteger, defender y disfrutar del patrimonio histórico y cultural, del cual es la máxima depositaria.

Éste es, a menudo, el caso español, en el que muchas de las amenazas para la conservación del patrimonio se derivan, bien de la escasa sensibilidad de las administraciones competentes en la materia, o bien, y lo que es peor, de su consentimiento con respecto a actuaciones que ponen en entredicho su autenticidad e integridad. Ambas situaciones contrastan fuertemente no sólo con las continuas llamadas de los poderes públicos para compartir la responsabilidad (y sobre todo el coste) que supone la conservación del patrimonio, sino también con la paulatina toma de conciencia de la sociedad respecto a la importancia y valor de estos bienes.

Por esta razón, en este artículo vamos a centrarnos en la segunda forma de participación de la sociedad a la que hacíamos referencia, la del movimiento ciudadano de defensa del Patrimonio Histórico, ya que, a través de su labor de control e impulso de la acción pública de tutela (entre otras muchas funciones más), se ha convertido en el mejor garante de la conservación del patrimonio y en una de las formas más legítimas de expresión de su interés social.

El movimiento ciudadano de defensa del patrimonio histórico presenta en España un panorama bastante insatisfactorio, ligado al poco conocimiento de nuestra riqueza patrimonial y al escaso grado de conciencia existente en la ciudadanía, debido, entre otras razones, al hecho de que las administraciones públicas - tan dadas a realizar campañas de sensibilización en muchos ámbitos como la contaminación, consumo de agua, seguridad laboral y vial, reciclado, etc.-, no han emprendido ninguna relacionada con el patrimonio histórico y, en particular, con aquellos aspectos que más urge trasladar a la sociedad: el derecho de todos los ciudadanos al disfrute de los bienes culturales, la implantación de buenas prácticas de uso y conservación, la implicación de los jóvenes, los deberes que tienen los propietarios, etc.

A pesar de este panorama general, la escasa concienciación patrimonial de los españoles está comenzando a matizarse gracias a la aparición de diferentes formas de organización y movilización de los ciudadanos para defender el Patrimonio Histórico, de las cuales nos vamos a centrar en dos: las Asociaciones y las Plataformas Ciudadanas.

Las Asociaciones hacen referencia a grupos de personas unidas a través de una estructura organizativa sólida y formalmente constituida para la consecución de una serie de objetivos. Las plataformas son, en cambio, un conjunto de personas o grupos sociales y políticos que se unen de forma coyuntural para movilizarse ante un problema patrimonial concreto y grave.





1. ASOCIACIONES DE DEFENSA DEL PATRIMONIO HISTÓRICO

En los últimos años han surgido en España innumerables asociaciones (Imagen 1)



relacionadas con el conocimiento, difusión o protección del Patrimonio Cultural, la mayoría de ellas de carácter local y generalista (la protección de todos los bienes culturales de una ciudad o, en menor medida, de una provincia), aunque también hay muchas otras dedicadas a la defensa de tipos de patrimonios específicos (patrimonio industrial, conjuntos históricos, etc.). A pesar de ello, el panorama que nos encontramos en relación al asociacionismo en España tenemos que calificarlo de insuficiente y de efecto muy limitado. Una de las razones es que la mayoría de las asociaciones (aunque cada vez menos en los últimos años) están orientadas más hacia el estudio y divulgación de bienes históricos carentes de protección (patrimonio etnológico, industrial, agrario, arquitectura contemporánea, etc.) que a la denuncia social y judicial de actuaciones inadecuadas o ilegales. La otra razón es el referido carácter localista. En este sentido, sorprende la escasez de asociaciones de carácter nacional capaces de ejercer con fuerza e independencia la representación de la sociedad en el ámbito del Patrimonio Histórico. Las causas que explican este hecho son varias: la transferencia a las Comunidades Autónomas (instituidas en la Constitución democrática de 1978) de las competencias en materia de Patrimonio Histórico a partir de 1985, la dificultad para desplazar o sustituir a los organismos que tradicionalmente se habían atribuido la representación social del Patrimonio Histórico (especialmente las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes) o la excesiva asepsia científico-institucional de algunas otras instituciones como, por ejemplo, Hispania Nostra, la asociación de carácter general más longeva (surge en 1976) y muy centrada en su labor de representación en España de la organización europea a la que pertenece (la Asociación Europa Nostra, nacida en el seno del Consejo de Europa en 1963). No obstante, en los últimos años se percibe un viraje muy importante de esta Asociación hacia la denuncia y la reivindicación, de la cual es un claro indicio la Lista Roja que promueve (Imagen 2), en gran medida como respuesta al vacío existente en nuestro país en cuanto a la defensa ciudadana del patrimonio histórico común de todos los españoles; vacío éste que en parte está siendo cubierto por los movimientos ecologistas al incluir el Patrimonio dentro de su defensa del territorio y del Medio Ambiente.

La incipiente iniciativa de algunas asociaciones provinciales de federarse a nivel regional (ACANTO, Federación de asociaciones de Castilla y León, etc.) marca una tendencia muy interesante de reforzamiento y visibilidad de la acción ciudadana, a lo que ayuda mucho la utilización de las nuevas tecnologías, que permiten hacer partícipes a todos los ciudadanos de iniciativas impulsadas por dichas asociaciones. Cabe citar también la cada vez más importante presencia de organismos no gubernamentales de carácter internacional, especialmente ICOMOS España, que si bien tiene reducida su competencia a los bienes declarados (o propuestos para su declaración) Patrimonio Mundial, cada vez es más frecuente que supere dichos límites, en la mayoría de los casos ante la petición de amparo y defensa por parte de ciudadanos, asociaciones o instituciones. Un buen ejemplo del papel cada vez más activo del Comité Nacional Español de ICOMOS en este sentido, lo encontramos, por ejemplo, en las acciones que ha emprendido antes las múltiples amenazas a las que se enfrenta el Camino de Santiago - especialmente en los litigios y conflictos por el proyecto de construcción de un polígono industrial-comercial en el Concello de O Pino (A Coruña) y el proyecto de recrecimiento del Embalse de Yesa-, (Imagen 3 y 4)

2. PLATAFORMAS CIUDADANAS EN DEFENSA DEL PATRIMONIO HISTÓRICO

Debido a la escasa entidad del movimiento asociativo, la sociedad española ha respondido mayoritariamente ante las situaciones de deterioro, abandono o destrucción del Patrimonio Histórico -en la mayoría de los casos por la inacción o irresponsabilidad, cuando no ilegalidad, de la administración pública-, a través de la creación de plataformas ciudadanas. Éstas representan una de las dimensiones más loables del patrimonio, ya que surgen de manera espontánea y libre aglutinando a una gran diversidad de colectivos, personas o instituciones, lo cual favorece su pluralidad y legitimidad social, aunque, no obstante, va en detrimento de su unidad de acción y su continuidad en el tiempo.

El objetivo que persiguen por lo general estas plataformas es evitar la destrucción o alteración grave de algún bien cultural relevante (también, en muchos casos, bienes de carácter local o pertenecientes a patrimonios emergentes como el industrial, etnológico, paisajístico, etc.), lo que implica un enfrentamiento contra las administraciones que han promovido o autorizado la intervención. Rara vez la reivindicación se orienta hacia el promotor privado o beneficiario de la iniciativa y en pocas ocasiones hacia un partido político concreto, ya que en la mayoría de los casos suele haber comunión de intereses entre administraciones de diferente signo político. Lamentablemente, la efectividad de estos movimientos ciudadanos suele ser escasa, ya que en la mayoría de los casos lo que se consigue, y después de un largo y duro pulso contra la administración, es, como mucho, una parcial y poco satisfactoria modificación de los proyectos arquitectónicos y urbanísticos, lo que nos indica claramente que las administraciones públicas consideran que estos movimientos disponen de poca representatividad social y que, además, tienen poco efecto electoral. Veamos estas dos cuestiones.

Por lo que respecta al grado de representatividad social, en muchas ocasiones estos movimientos son desacreditados, al margen de por el escaso número de personas que los integran, por su desvinculación del lugar en el que se produce la actuación objeto de defensa (es decir, que no son parte de los vecinos afectados). En este sentido, quisiéramos señalar con rotundidad que la dimensión universal propia del patrimonio histórico, reconocida además en los instrumentos normativos internacionales señalados en la introducción de este artículo, entre otros, permite que cualquier persona reclame la defensa de un bien cultural en cualquier lugar del mundo.

Por lo que se refiere al escaso efecto electoral de las cuestiones relacionadas con el patrimonio histórico, en gran medida vienen derivadas por la consideración de que el mismo no tiene ideología y que, en el caso de tener alguna, ésta sería exclusivamente conservadora. En este sentido, el actual movimiento ciudadano que se está produciendo en Valencia en defensa del barrio histórico del Cabanyal (y que podemos considerar como el más importante de todos los producidos en España en los últimos años) se está convirtiendo en la manifestación más evidente de la importante carga ideológica que puede tener el patrimonio. El conflicto surgió a raíz de la decisión, tomada en 1998 por el Ayuntamiento de Valencia (gobernado por el conservador Partido Popular), de destruir más de 400 edificios catalogados del barrio histórico del Cabanyal para poder construir una gran avenida que comunicara el centro de la ciudad con la playa de la Malvarrosa, posibilitando el desarrollo urbanístico y arquitectónico de toda la zona a través del turismo, lo cual se vería favorecido con la expulsión de las personas de “bajo estrato social” que residen en este antiguo y humilde barrio de pescadores. Así, en el debate político y social que se ha generado con este conflicto (y que está teniendo una repercusión jurídica e institucional de carácter nacional e internacional), nos podemos encontrar, según se esté a favor o en contra del derribo del barrio, con las siguientes posiciones ideológicas enfrentadas: integración social frente a expulsión y segregación de la población; desarrollo sostenible frente a especulación urbana; respeto a la historia y a la diversidad cultural frente a la destrucción del pasado, etc. También nos encontramos con otras cuestiones de indudable dimensión ideológica, como las relacionadas con la imposición de mayores o menores limitaciones al derecho de propiedad privada, la armonización entre el derecho al acceso a la cultura y a la libertad religiosa, el apoyo a las clases desfavorecidas y la integración de minorías e inmigrantes, impulso a los movimientos ciudadanos, etc. En este caso, y afortunadamente, la firme y constante confrontación llevada a cabo por la Plataforma Ciudadana Salvem el Cabanyal ha permitido paralizar estos derribos, produciendo incluso (por primera vez en nuestro país) que el Estado Español quite al gobierno de la Comunidad Autónoma de Valencia las competencias para actuar en este barrio (Imágenes 09 y 10).





Junto a Salvem el Cabanyal, en los últimos años se han producido otros muchos movimientos ciudadanos de gran importancia tanto por la dimensión alcanzada por los mismos como por la relevancia del bien cultural defendido. Entre ellos podemos destacar las plataformas ciudadanas surgidas para la defensa de la Carcel Model en Valencia, la Plaza del Castillo de Pamplona, la Vega Baja de Toledo, la Plaza de los Bandos en Salamanca, el Camino de Santiago en Concello de O Pino (La Coruña), el entorno de Numancia y Soria, la Vega de Granada, el Parque Ribalta de Castellón, la Huerta de Murcia, la Fábrica de vidrio la Trinidad de Sevilla, el Palacio del Pumarejo en Sevilla, la Alcazaba de Lorca (Murcia), el entorno del Monasterio del Escorial (Madrid), la Molineta en Almería, etc.

3. CONCLUSIONES

Aunque desde el ámbito académico y profesional de la protección del patrimonio todos enunciamos y defendemos la importancia social, educativa y cultural de los bienes culturales, subrayando la instauración del interés general o social como legitimador y fundamentador de la Tutela, lo cierto es que, en el caso español, estos principios distan mucho de haber sido plenamente asumidos por las administraciones competentes, y a veces por la ciudadanía que no se ve directamente implicada en los casos específicos que motivan la movilización para su defensa.

Sin embargo, casos como el del Cabanyal o las denuncias y actividades de la Asociación de Ciudadanos por la Defensa del Patrimonio de Salamanca (Muñoz, 2007), señalan la incipiente asunción de estos derechos por un sector de la sociedad que, si bien sigue siendo minoritario, es representativo del interés que despiertan las cuestiones patrimoniales cuando las mismas afectan de lleno a valores compartidos, tales como los de identidad y memoria histórica. La amplia base popular y social de estos movimientos no sólo es un exponente de la fundamental fundación del patrimonio con el sujeto que lo percibe y lo valora, al margen de su nivel educativo y conocimientos - tal y como fue instaurada por Riegl-, sino también una buena muestra de su capacidad para fomentar la implicación de la ciudadanía en cuestiones que afectan de lleno a la calidad de vida, como las patrimoniales y medioambientales. Además, los tipos de bienes defendidos en estos y otros casos expuestos en este artículo son también un claro reflejo de la propia ampliación del concepto de patrimonio hacia valores que van mucho más allá de las consideraciones artísticas, históricas o estéticas para abarcar también a los testimonios más recientes o representativos del entorno en el que se desarrolla la vida cotidiana de la mayoría de la población, y que han adquirido un valor - que nosotros asumimos como “propiamente patrimonial”, dada su evidente importancia para la sociedad más cercana a los mismos-, el cual legitima su defensa y debería suscitar un mayor respeto y cuidado por parte de las administraciones públicas.

Por ello, a modo de conclusión, quisiéramos señalar que la movilización ciudadana a favor del Patrimonio Histórico constituye una aportación muy relevante, en relación no sólo con la efectiva preservación física de bienes amenazados, sino también respecto al acceso de los ciudadanos a los bienes culturales. Esta aportación consiste en el papel activo, propositivo y valorativo que, cada vez más, adquiere la sociedad ante el Patrimonio. Esta actitud contrasta con la existente habitualmente en la mayoría de los casos, en la que los ciudadanos acceden y disfrutan de aquellos bienes históricos que la administración o los particulares (y en las condiciones establecidas por ellos) han decidido (y por razones muy diferentes) ofrecer a la visita pública.

Además, a través de esta movilización, el Patrimonio Histórico supera la condición de simple objeto artístico, histórico, arqueológico, etc., de gran valor científico y de enorme atractivo para los visitantes, para convertirse en un bien de importante significado para toda la sociedad y que, en virtud de esa importancia, requiere su conservación y disfrute colectivo (Imagen 11).





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José Castillo Ruiz

Doctor en Historia del Arte. Profesor Titular del Departamento de Historia del Arte. Universidad de Granada (España)

Director del Observatorio del Patrimonio Histórico Español (OPHE).

Director de E-RPH, Revista Electrónica de Patrimonio Histórico.

Investigador Principal del Proyecto I+D El patrimonio agrario: la construcción cultural del territorio a través de la actividad agrícola y ganadera. (PAGO) (REF HAR 2010-15809) (Ministerio de Ciencia e Innovación, España).

Celia Martínez Yáñez

Doctora en Historia del Arte. Investigadora contratada del Programa de Estancias de Movilidad Posdoctoral en el Extranjero (Ministerio de Ciencia e Innovación, España, Plan Nacional I+D+I 2008-2011) en ICOMOS International Secretariat and Documentation Centre (París).

Miembro del Consejo de Redacción de E-RPH, Revista Electrónica de Patrimonio Histórico y del Comité Científico Internacional de Itinerarios Culturales de ICOMOS (CIIC).

Profesora del Máster en Dirección y Gestión Turística del Instituto Universitario de Posgrado (Universidades Autónoma de Barcelona, Carlos III de Madrid y de Alicante).



.- Ver al respecto la información contenida en el Observatorio del Patrimonio Histórico Español –OPHE-, web del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Granada surgida a raíz de un proyecto de investigación financiado por la Junta de Andalucía, y en el que se hace un seguimiento exhaustivo de los más importantes movimientos ciudadanos en defensa del Patrimonio Histórico en España (http://www.ugr.es/~ophe/005ASOCIACIONES/005index.htm).

.- Un ejemplo en este sentido lo constituye la asociación Adelpha, surgida en 1978 tras la proclamación de la democracia en España y que tras unos años de una enorme actividad e impacto social en todo el país acabará diluyéndose en la década de los ochenta tras la descentralización autonómica. La fecha de 1985 se corresponde con la promulgación de la ley de patrimonio de la democracia, la Ley 16/1985, de 25 de junio, de Patrimonio Histórico Español.

.- http://www.hispanianostra.org/lista-roja/

.- Esta agrupación de asociaciones no debe confundirse con otras iniciativas semejantes, como la creación de redes entre instituciones u organismos con intereses comunes, y que se asocian con el objetivo de defender mejor dichos intereses. En el caso de España, podemos hacer mención al Grupo de ciudades Patrimonio de la Humanidad, a la Red de Juderías Españolas, a la Red de Ciudades Catedralicias, etc.

.- Cabe destacar en este sentido la red de apelantes de Baetica Nostra (http://www.baeticanostra.org/) y las alertas y hacenderas de Promonumenta (http://www.promonumenta.org/index.php.). Al margen de estas asociaciones, algunas de las más activas y de mayor entidad de las existentes en España son: APUDEPA, la Asociación Ciudadanos por la Defensa del Patrimonio de Salamanca, la Asociación Ben Baso, INCUNA, etc. Ver al respecto el seguimiento que hacemos en el OPHE:

http://www.ophe.es/index.php?option=com_wrapper&view=wrapper&Itemid=69

.- Ver al respecto el seguimiento que estamos realizando desde el OPHE en http://www.ugr.es/~ophe/004INICIATIVAS/004index.htm.

PATRIMONIO: Habitar el Patrimonio

HABITAR EL PATRIMONIO. La cooperativa de vivienda por ayuda mutua como medio de gestión y desarrollo edilicio y urbano.


URUGUAY

Arq. Raúl Vallés + Arq. Daniela Árias + Arq. Marta Solanas Domínguez

RESUMEN

La experiencia de las cooperativas de vivienda por ayuda mutua constituye un referente internacional como modelo de producción y gestión social del hábitat.

En Uruguay, en los últimos cincuenta años, más de 25000 familias han resuelto el acceso y la permanencia a la vivienda mediante este sistema, que fomenta la posterior gestión y mantenimiento del conjunto.

La Casa de Lecocq, construida en 1874, está catalogada como Monumento Histórico Nacional. En el marco del Plan Especial de Ordenación Protección y Mejora de Ciudad Vieja en Montevideo, la Cooperativa de Vivienda COVICIVI II es un caso emblemático de restauración de un Monumento Histórico por parte de un colectivo de habitantes del barrio, de bajos ingresos y sin experiencia previa en rehabilitación.

Asimismo, es este grupo de vecinos el que habita el edificio, lo que lo convierte en un aporte a la ciudad en términos de patrimonio vivo, habitado y que como tal, sus usuarios muestran a quienes lo visitan como ejemplo de transferencia del modelo a la sociedad.

Es revelador en esta experiencia el proceso de apropiación popular del “hecho arquitectónico” y cultural a través de la autogestión del proceso, el aprendizaje y la capacitación.

Palabras clave: Monumento Histórico, Autogestión, Apropiación, Cooperativa de Vivienda, Ayuda Mutua.


El 25 de septiembre de 2010, la cooperativa COVICIVI II cumplió 6 años habitada. En este tiempo, la finca valorada como patrimonial pero abandonada y en alto estado de deterioro ha recobrado vida gracias a sus vecinos, que hicieron posible su recuperación. Estas páginas pretenden ser un balance de la experiencia, surgida a partir del relato del colectivo social que lo habita. De esta manera y desde la perspectiva de los propios habitantes-restauradores, es posible valorar los resultados de introducir el modelo Cooperativo de Viviendas por Ayuda Mutua (en adelante CVAM) en un edificio catalogado como patrimonio histórico.

0. INTRODUCCIÓN.

El sistema cooperativo en Uruguay cuenta con más de cien años de antecedentes lo cual lo convierte en un hecho significativo dada la escasa edad del país independiente. El Movimiento Cooperativo, reconoce en sus orígenes, evolución y desarrollo, una vinculación directa con los movimientos sociales en formas de organización y poder popular. Surgen con mayor consistencia hacia la década del 20, década en la cual se genera el marco normativo específico para este sector.

Es posible reconocer en el cooperativismo uruguayo algunos elementos coincidentes como la vinculación con organizaciones o gremios con una marcada pluralidad y autonomía y el rol determinante del Estado, tanto en su fomento como en la obstaculización de su desarrollo a lo largo de la historia.

El Cooperativismo de Vivienda, surge con tres experiencias pioneras en Florida, Salto y Río Negro en el año 1966, con el asesoramiento del Centro Cooperativista Uruguayo. En 1968 se aprueba la Ley de Vivienda (Ley 13.728), en cuyo Capítulo X se desarrolla y precisa el funcionamiento de las Cooperativas de Vivienda (CV) y se define la función y composición de los Institutos de Asistencia Técnica (IATs). Asimismo, se crea el Fondo Nacional de Vivienda, el cual preveía el financiamiento de proyectos estatales, privados o cooperativos.

Asimismo, se definen los distintos tipos de cooperativas, según dos clasificaciones: el régimen de propiedad y la forma inicial de aporte al financiamiento de las viviendas. Se establece así la posibilidad de la propiedad individual o colectiva (en esta última el habitante es “usuario” según un contrato de uso y goce ilimitado). Las CV podrán ser “por ahorro previo” o por “ayuda mutua” (en este caso, se aporta en horas de trabajo en la construcción de viviendas). En síntesis, las CV suponen la suma de los esfuerzos del Estado (que financia y supervisa) y de los habitantes, que aportan el trabajo o el financiamiento inicial así como la gestión del proceso; con el asesoramiento técnico de los IATs. Surgen también en estos años las Federaciones de Cooperativas de Vivienda, con el objetivo de aunar las demandas, necesidades y esfuerzos de las Cooperativas que se conforman. Así, en 1969 se crea la Federación de Cooperativas de Vivienda de Usuarios por Ahorro Previo (FECOVI) y en 1970 la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM).

Tras una etapa inicial activa y dinámica en la que se constituyen numerosas cooperativas y se construyen viviendas, sobreviene el período de la dictadura militar (1973-1985) que supuso un intento progresivo de minimizar la experiencia. Sin embargo, las CV se mantuvieron como un espacio para el encuentro, a la vez que mostraron en 1984 la potencia y profundidad de su arraigo en la sociedad uruguaya mediante el rechazo al decreto que pretendía eliminar la propiedad colectiva de las mismas. A partir de 1985, los sucesivos gobiernos democráticos definirán el presupuesto destinado a vivienda según un Plan Quinquenal, lo que supone una gran inestabilidad y una reducción evidente de la capacidad de producción de viviendas dignas en relación a los primeros años del CV. Por otra parte, en Montevideo desde 1990 la Intendencia Municipal (IMM) pone en marcha una serie de iniciativas importantes: la descentralización llevada a cabo con la creación de Centros Comunales Zonales y sus Comisiones Especiales Permanentes correspondientes, la creación de una cartera de tierras e inmuebles municipales y las experiencias de reciclaje en la ciudad consolidada. Éste será el nuevo contexto para una nueva etapa de las experiencias de las CV.

Desde la dimensión socio-antropológica es posible afirmar que la CVAM se constituye en un ámbito de producción de una identidad cultural diferenciada, entendiendo la cultura desde el ámbito de su producción y no de su consumo. Esto implica que, mediante la reelaboración o la representación simbólica de estructuras materiales, se comprende, reelabora y transforma el sistema social y la lucha por la hegemonía.

La experiencia de las CVAM analizadas desde el concepto de “movimiento social urbano” elaborado por Castells agrega dos dimensiones a la mencionada anteriormente como dimensión cultural o construcción de una identidad cultural diferenciada a través de las relaciones comunitarias. Estas son: la apropiación de un espacio residencial y urbano en términos de valor de uso y la conquista de la autogestión política de base territorial; la primera en oposición al espacio urbano como valor de cambio y la segunda en oposición a la administración territorial centralizada por parte del estado.

Si bien se reconocen en este sistema heterogeneidades, es posible hablar de las CVAM como comunidad, “entendiendo como tal a un grupo con un sentido de trascendencia, basado en un sistema de valores comunes, no necesariamente derivados de las necesidades de la reproducción cotidiana”

1. CIUDAD VIEJA. LAS CVAM EN LA CIUDAD CONSOLIDADA.

“El futuro tiene muchos nombres, para los débiles es lo inalcanzable, para los temerosos lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.

COVICIVI 1990-2010”.

“(…) Montevideo no escapa a la dinámica sufrida por la mayoría de los centros metropolitanos de Latinoamérica: en un proceso que lleva por lo menos treinta años, la mayoría de los barrios de las áreas centrales ha perdido población y calidad ambiental, junto a una progresiva tercerización y tugurización de su estructura física. Esto marca una aguda contradicción en el proceso urbano: por un lado, la existencia de sectores de zonas céntricas subutilizados y degradados; por otro una dinámica permanente de expulsión de la población de menores recursos hacia la periferia, donde su relocalización genera siempre altos costos sociales y urbanos.”

En este contexto, la ciudad consolidada, y muy especialmente la Ciudad Vieja, posee la estructura física y de servicios pasibles de ser intervenidos para la rehabilitación física y social. En este sentido, las experiencias de reciclaje se han asociado históricamente a otro tipo de tejido urbano más ligado a las áreas intermedias y periféricas, reservando la rehabilitación en el Casco de la Ciudad Histórica a edificios de un reconocido valor patrimonial, generalmente no vinculados al uso residencial. (fig.1)

En el marco de Programas Piloto demostrativos promovidos por la IMM, surge la posibilidad de introducir el modelo de CVAM en intervenciones de reciclaje en la Ciudad Vieja. Esta innovación supone modificar el esquema habitual a través del cual se habían venido realizando con éxito las cooperativas de “nueva planta”.

El nuevo proceso fue un desafío para todos los actores. Para los habitantes supuso un cambio en el imaginario colectivo de vivienda propia tradicional de las cooperativas: unifamiliar en conjunto abierto, con espacios libres compartidos; con patio delantero y/o trasero, así como materiales y tecnologías de construcción propias de este sistema. Reciclar edificios existentes equivalía a modificar la tipología de vivienda y por tanto los espacios comunes obtenidos. Para los técnicos, el desafío de diseñar y gestionar una obra en que los constructores no cuentan con experiencia previa, se hace aún mayor, por tratarse de edificios pre-existentes y con valor patrimonial.

“(…) estas experiencias partieron de una serie de pautas que permitieron precisar mejor sus objetivos y definir la metodología del trabajo a emplear: el no desplazamiento de la población residente, la recuperación y aprovechamiento de la estructura edilicia existente, que ya cuenta además con servicios e infraestructuras, la utilización de técnicas constructivas apropiadas y apropiables por la gente, para potencializar sus posibilidades de aporte de ayuda mutua, el apoyo y asesoramiento a la organización y autogestión de los vecinos involucrados en un marco de trabajo interdisciplinario amplio.”

2. PROGRAMA “LAS BÓVEDAS”. COVICIVI: COOPERATIVA DE VIVIENDAS DE CIUDAD VIEJA.

“Por el derecho de los vecinos a vivir en su barrio, COVICIVI recicla la Historia”.

“La Cooperativa de Vivienda Ciudad Vieja [COVICIVI] se fundó el 25 de Agosto de 1990, a partir de un grupo de vecinos decididos a solucionar el problema de la vivienda sobre la base de su derecho a permanecer en el barrio en el cual vivían y según los principios del sistema cooperativo de construcción por ayuda mutua”

A partir de la conformación de este grupo inicial, comenzó un período de búsqueda de predios o inmuebles apropiados a las características y necesidades del grupo. Al fin, se trataría de una serie de fincas en una misma manzana, con frente a la Rambla 25 de Agosto, entre Ituzaingó y Juan Carlos Gómez. En los primeros terrenos asignados se desarrollaría COVICIVI I, en una segunda fase a partir de 1994, en lo que fue la casa de Lecocq, se desarrollaría COVICIVI II.

A través del relato de sus experiencias concretas y sus vivencias vinculadas al proceso de construcción y gestión de su propio hábitat, los vecinos rescatan los temas fundamentales: la apropiación del concepto Patrimonio y la gestión del mismo, la capacitación en autoconstrucción y en autogestión; la puesta en marcha de servicios abiertos al barrio y la gestión de un proceso de escala barrial.

LA APROPIACIÓN DEL CONCEPTO PATRIMONIO Y SU GESTIÓN.

“Esta casa es de 1794. Nuestra cooperativa fue fundada en 1998 e inaugurada el 25 de setiembre de 2004. Se trata de la única cooperativa de viviendas por ayuda mutua instalada en un edificio que es patrimonio histórico, con el objetivo de recuperarlo y preservarlo”. (fig.2)

Como los habitantes señalan, COVICIVI II es el único caso en que una CVAM se desarrolla en un Monumento Histórico Nacional. Este hecho tuvo, al inicio del proceso y durante la obra, controversias y opositores. La resistencia fundamental se basaba en la desconfianza de dejar este patrimonio en las manos de personas sin experiencia en el terreno de la construcción y la restauración.

Para el Instituto HACER-DESUR, trabajar con el colectivo de vecinos los aspectos históricos de la finca y su entorno inmediato –aspectos físicos, urbanos, sociales- significó el primer paso de la capacitación. Los esfuerzos del equipo interdisciplinario estuvieron dirigidos en una primera instancia básica y fundamental, en alcanzar niveles de comprensión y valoración del espacio a reciclar, apostando no tanto a los aspectos estéticos, sino a las posibilidades de aprovechamiento espacial y material que supone trabajar en estructuras existentes consolidadas. Conforme avanzaron las obras al interior del conjunto, se fueron agregando nuevos elementos, nuevos aprendizajes de todo tipo, que posibilitaron profundizar en el conocimiento histórico y patrimonial del monumento y su contexto.

Al día de hoy, el aprendizaje obtenido por los cooperativistas de COVICIVI se evidencia en cada ocasión en que ellos abren sus espacios a los visitantes. Como habitantes de un sitio patrimonial, son plenamente conscientes del valor que implica para la sociedad y la responsabilidad inherente que a ellos les supone. De manera que las puertas de “sus casas” se abren a quien está dispuesto a interesarse por la historia y por los procesos de restauración. Un claro ejemplo de ello es la participación de la cooperativa cada año en los “Días del Patrimonio”, en el que se expone y se recibe a una cantidad enorme de ciudadanos, a quienes se les explica no sólo la historia del edificio sino también la historia a través de la cual hoy en día es posible que una CVAM dé vida a su interior.

Este hecho es la constatación no sólo de las capacidades adquiridas para la gestión posterior de las fincas y su entorno urbano en cuanto al reconocimiento de los valores arquitectónicos y sociales, sino además de una profunda convicción y sentido de apropiación de un espacio vital para ellos como es su vivienda y su barrio y para el colectivo social en su conjunto.

LA CAPACITACIÓN EN AUTOCONSTRUCCIÓN Y EN AUTOGESTIÓN.

“(…) diferenciar la autogestión de la autoconstrucción (…). La autogestión en cuanto implica mecanismos de control del rendimiento del trabajo, optimización de la administración de la obra, toma de decisiones que hagan a un continuo mejoramiento del proyecto y formación y progreso en el área social de los integrantes de la cooperativa, se convierte en el aspecto fundamental. La autoconstrucción debe pasar previamente por una valoración objetiva del grupo humano en la cual se definan claramente los objetivos a cumplir y se arbitren los medios para encarar mediante contrataciones u otros procedimientos alternativos aquellas tareas que no sean rentables o positivas para el grupo humano” (fig. 3)

El trabajo en obra por parte de los grupos cooperativos por ayuda mutua supone siempre un desafío en términos de capacitación. Esto se debe a que los conocimientos previos en construcción generalmente son escasos. El reto en esta experiencia piloto (en las tareas de pre-obra y obra), tanto para el IAT como para el colectivo de vecinos, consistió en abordar una obra de alta complejidad tanto en los aspectos constructivos como en los requerimientos de seguridad.

La capacitación en términos de construcción abre todo un abanico de situaciones nuevas ligadas a la recuperación de elementos propios de la finca existente con un alto valor histórico y patrimonial. Así, los habitantes devienen en habitantes-restauradores en la medida en que aprenden y transfieren la realización de labores de recuperación edilicia. Con el asesoramiento del IAT y de universitarios provenientes del campo de la arqueología -y de acuerdo al grado de conservación estipulado para el edificio a rehabilitar- se realiza la recuperación y restauración de aquellos elementos que no sólo poseían valor patrimonial en sí mismos sino que además poseían el potencial de ser recuperados y reutilizados. La capacitación, va entonces directamente relacionada a la autogestión de este proyecto en forma organizada, lo que les ha permitido a partir del reconocimiento y valoración de soluciones constructivas apropiadas, apropiarse del proceso de producción total, obteniendo calidad y bajo costo.

EL ROL DE LOS TECNICOS Y EL PROYECTO ARQUITECTONICO

La toma de partido supuso la consideración de una serie de condicionantes impuestas por un lado por la Comisión de Patrimonio Artístico y Cultural de la Nación y por otro por las características particulares del “modo de producción “ del sistema cooperativo.

La actitud proyectual entonces debió considerar la existencia de distintos “momentos” del proyecto que fueron tenidos en cuenta tanto en su valor patrimonial como en sus potencialidades de aprovechamiento en el marco de un programa habitacional con servicios asociados así como la implantación y el potente rol del conjunto como conformador urbano en el centro histórico.

El volumen de la esquina o “Casa de Lecocq” propiamente dicha, ejemplo del “tipo” residencial característico del período colonial ( 1805-10), presentaba un avanzado deterioro al inicio de los trabajos, aunque conservando íntegramente sus cualidades espaciales tanto interiores como exteriores. El edifico fue objeto de una cuidadosa intervención mediante la restauración de la fachada original y el mantenimiento de las proporciones del patio central, aunque con una nueva organización de vanos del mismo, fruto de la necesaria subdivisión en vertical que permitiera el aumento de unidades habitacionales.

En el lote siguiente se toman dos decisiones importantes en el desarrollo del proyecto. Por un lado se decide, con el acuerdo de la cooperativa, destinar un volumen existente que data de 1795 (conformado en base a muros portantes de piedra de un espesor cercano a 1 mt. y entrepiso y cubierta en base a estructura de troncos de palmera), para la instalación de una “escuela taller” o servicio barrial. Este edificio constituye un ejemplo casi único de este período de la arquitectura civil de la colonia, tanto por su tipología como por su tecnología constructiva. Se restaura parcialmente (fachadas y cubierta ya que los fondos de que dispone la cooperativa deben ser destinados a las viviendas) y se lo integra al espacio y servicios comunes y al barrio mediante la rehabilitación del acceso original hacia la calle Juan Carlos Gómez.

La otra decisión que se adopta es la demolición de un volumen interior a este lote, cuyo estado de conservación era muy crítico y a su vez su valor patrimonial no ameritaba su salvataje. Este espacio se aprovecha para insertar en el proyecto un volumen de cuatro niveles, donde se desarrollan viviendas de nueva planta.

El resultado es una composición en base a la combinación de reciclaje, restauración y obra nueva, organizados en base a su implantación original y al desarrollo de un sistema de espacios colectivos que los vinculan. (fig.4, 5).

Completan el conjunto, un salón comunal en la planta baja hacia el patio central y dos locales comerciales con acceso directo e independiente desde la calle, que resuelven el vínculo entre el proyecto y la plaza pública a la que enfrenta.

El programa residencial consta de 19 viviendas en total, de las cuales 8 son de nueva planta y 11 fruto de reciclaje.

LA PUESTA EN MARCHA DE SERVICIOS ABIERTOS AL BARRIO Y LA GESTIÓN DE UN PROCESO DE ESCALA BARRIAL

La gestión del patrimonio por parte de los cooperativistas posee, además, una dimensión de orden inmaterial. Esta tiene que ver directamente con la puesta en valor del entorno inmediato, el barrio y sus dinámicas de desarrollo y difusión.

Desde los inicios del emprendimiento, los vecinos manifestaron su intención de aportar al barrio espacios en los que se ofrecieran servicios tales como una guardería, centro de salud y espacios para el deporte. En este sentido, se gestionó con los organismos correspondientes la solicitud de uso de las Bóvedas ubicadas frente a las fincas. Estas Bóvedas que conformaron parte de la muralla de la ciudad histórica, estaban al momento de la restauración, en condiciones de abandono y degradación. Los cooperativistas de COVICIVI asumieron la responsabilidad de limpiar, consolidar y rehabilitar estos espacios para uso del barrio en forma de espacio cultural. En la actualidad, son ellos quienes los gestionan, organizando eventos y actividades culturales (fig.7).
Asimismo, los vecinos de COVICIVI conformaron el primer Consejo Vecinal de la ciudad.

Con el tiempo, algunas de las iniciativas que en los primeros años se prefiguraban como muy ambiciosas, se han ido consolidando en instancias concretas. Así, una de las CV toma actualmente el relevo del CAIF Los Pitufos en el entorno próximo a las viviendas. Se suma a este ejemplo de aporte al barrio la gestión de una Cooperativa de Turismo Comunitario.

De las experiencias rescatadas mediante los relatos de los cooperativistas y con el edificio restaurado a la vista, queda claro que la producción de vivienda social por el sistema de autoconstrucción en esta experiencia piloto de rehabilitación ha sido de inestimable aporte pues se constituye en la apropiación del bien patrimonial y sus contenidos a través de la Rehabilitación Física y Social.

En el Programa “Las Bovedas”, las Cooperatvas COVICIVI I y COVICIVI II fueron asesoradas por el Instituto Técnico Interdisciplinario “HACER-DESUR”

El valor total que supone la conformación y construcción de la cooperativa es financiado en un 85% a través de un préstamo por el Estado. El 15 % restante corresponde a los usuarios.

Habiéndose desarmado con anterioridad el Fondo Nacional de Vivienda que estabilizaba las realizaciones en vivienda.
Concepto de Cultura sugerido por García Canclini (1986) “(…)cuando se pretende el análisis de un producto cultural…, en una sociedad estratificada en clases no es posible hablar de la cultura como un elemento hegemónico y único para toda la sociedad, es preciso entonces advertir la existencia por un lado de una cultura hegemónica o dominante y por otro lado la existencia de una cultura popular o subalterna”

lunes, 12 de septiembre de 2011

HISTORIAS MAGICAS CAPITULO SIETE

CAPITULO SIETE


El rumbo tenía que ser hacia el sureste o noreste, no podían fallar. Tenían que coger como sea una corriente que los lleven de vuelta hacia el país de los Moches, y tenían que escoger bien, al pequeño error, juacate! se pelaban los coloraos.
-Pero no era arriesgado hacerlo sin mapas ni brújulas que no habia en esas épocas?- le pregunté, mismo mongazo limeño
- no- yo creo que se arriesgaron porque sabían que antiguos mochicas habían regresado de estas islas, con algunos nativos capturados. Entonces porque no lo podían hacer ellos. Además estaba esa pirámide en la otra parte de la Isla que habia visto Ororoira que lo probaba, no les quedaba otra, así que se encomendaron a Kon y se mandaron.

Un día muy temprano con algunas provisiones de carne de pájaro de la isla, huevos de golondrina, que habían robado a los hombres pájaro, carnadas, anzuelos y sus prendas de oro que habían desenterrado, se echaron a la mar y partieron rumbo hacia donde sale el sol.
Ellos sabían que el viaje no iba a ser fácil. Ya en el agua comenzaron a remar con todas sus fuerzas para poder salir de la zona donde reventaban las grandes olas que arremetían contra la frágil embarcación, y que luego de sortearlas, comenzaron a ser arrastrads hacia unos agrestes peñascos negros y puntiagudos que contrastaban con las grandes espumas blancas que se formaban al reventar al explotar lasc olas contra ellas, masas de agua que felizmente lograron superar.

Fueron pasando los días, y ellos aun no encontraban la bendita corriente que los arrastrara en dirección Este, ósea hacia estas costas. – Imagínate, solos, a la intemperie, con un Sol que los achicharraba, rodeados de agua por todas partes, y teniendo como protección solamente algunas pieles de animales traídas desde el Perú, que felizmente no se habían quemado y que habían recuperado de lo que aun quedaba de su fortaleza.
Una mañana despertaron, y comenzaron a ver que la balsa era arrastrada suavemente por una corriente marina hacia el sur, y ligeramente hacia el Este, así que comenzaron con la ayuda de su pequeña vela, a orientar poco a poco la balsa en dirección desde donde el fuerte Sol matutino alumbraba, la tarde pasó rápidamente, felizmente pudieron pescar algo y sin darse cuenta fue cayendo la noche, y el frío aumentando, pero al menos ya habia una esperanza, la balsa avanzaba, hacia la dirección correcta.

Cuando el Sol se ocultó en el mar, el cielo nocturno oscuro apareció despejado, no habia luna y miles de estrellas lo poblaban, una suave brisa iba empujando lentamente la embarcación en una calma total. Pea sintió un ligero escalofrío y acercó su tibio cuerpo al de Oro, este la cubrió con su ancho brazo y le dio un largo beso, que ella lo recibió tiernamente con todo su amor y su entrega al hombre que la protegía.

De toda esa gente que legó a la Isla, quedaban solo ellos dos, tres generaciones habia pasado desde que partieron sus abuelos desde la Atlántida, poco antes de desaparecer. Habían cruzado dos grandes mares y en su camino habían vencido y culturizado a muchas culturas a su paso, como los Mexican, Aztecas y Mayas. Y al padre de Kon, hijo de la reina de la Atlántida Chimalma, y al que obedecían y amaban, y le pusieron como nombre: Quetzalcoalt. Debido a luchas internas abandonaron esos territorios, dejando a su paso una gran cultura y que ellos habían contribuido a formarse. En su camino hacia el sur de este gran continente y luego de cruzar selvas inhóspitas, - me imagino que las que ahora son las colombianas-, se toparon con una gigantesca cadena de montañas que su gente había dominado, y era hacia donde ellos, los unicos sobrevivientes, dirigían ahora su pequeña balsa, y que nosotros llamamos Perú.

martes, 6 de septiembre de 2011

historias magicasCAPITULO 6

CAPITULO SEIS


Un día mientras Pea caminaba lejos de su cueva, fué atacada por un oreja corta con intenciones de comérsela, al ver sus intenciones comenzó a correr entre las piedras cuesta abajo, su vida ya no solo dependía si se libraba del ataque del caníbal, también podía precipitarse al vacío, por lo que comenzó a gritar el nombre de Ororoira, al verse en ese peligro…
- que difícil debe ser gritar ese nombre mientras uno va corriendo- lo interrumpí en su relato, y por el gesto que puso su cara tan marcada por el sol, parece que no le gustó, así que aproveché para ir a mear un rato, hasta que se le pasara.
En vez de ir al baño fuí hacia la parte exterior de la casa que daba hacia el mar, el espectáculo que vi esa noche fue maravilloso, la luna estaba como inmóvil en un cielo nocturno iluminado totalmente por su luz plateada, a la vez que reflejaba su brillo que venia hacia mi sobre un mar de azulmente profundo y sobre el cual unas larguísimas y ordenadas olas iban dejando sus estelas blancas en un ir y devenir constante. Me quedé tan extasiado con lo que ví, que casi me orino sobre los pantalones, - felizmente corregí la puntería y apunté hacia la pared-.
Se sentía tanto en la atmósfera el poder de embrujo que tiene la Luna sobre la noche, que hasta las sombras proyectadas por su luz tenían su propio brillo. Era muy extraña la sensación en el ambiente, era como si todo le perteneciera a esa gran esfera.
Mientras volvía al salón, dejando el sonido de las olas a mis espaldas, un grito fuerte y agudo interrumpió el sonido interior de felicidad en que me hallaba, era un sonido fuere y constante que provenía desde donde termina el pueblo y comienza el desierto. Sentí miedo y entré rápidamente a la casa y me senté, mi amigo se había parado y estaba conversando con la chiquilla, tomé un trago, prendí un cigarrillo y esperé.
- Tá buenaza la chicoca, me dijo con su cara doblada por la droga- yo creo que le voy a dar vuelta de nuevo- diciendo esto la señaló con el vaso en alto, como haciéndole el gesto de salud - pero esta vez sin sanpedro, -continuó- porque esa vez estaba tan volado que a veces pasaba de verle la cara de chelita a la fea cara de su padre, el Hombre , y se me moría la cuestión del susto, así que esta vez solo con trago- y se cagó de la risa
- Ya cuenta y deja de hablarme de tus cosas - le contesté picón, porque a mi también me gustaba la chiquilla- y quería saber donde entraba en la historia, la gringa que acababa de asustarme afuera de la casa con su aullido.
- En que me quedé?, ya me acordé –se preguntó y contestó solito- Como el hombre corría mas rápido y emocionado por las carnes de Pea, -al fin recomenzó la historia- comenzó a alcanzarla gracias a lo empinado que era el cerro por donde esta huía, y que el conocía muy bien, ya que estaba habituado a ese camino. Comenzó a acercarse poco a poco, y cuando y se encontraba solo a pocos metros, una lanza atravesó su desnudo cuerpo sucio y se desplomó.
Luego de lo sucedido deciden planear huir como sea de la isla, y regresar por el mar, en dirección hacia donde sale el Sol, donde vivían los buenos Moches. Sabían que no era una chamba fácil, porque tendrían que hacerlo en contra de las corrientes marinas que los había traído a esta isla tan fácilmente, pero podrían salvarse, y era al único lugar donde podían ir. Al Oeste era imposible escapar, ya que eran islas habitadas por caníbales muy salvajes.
Poco a poco fueron construyendo sigilosamente una balsa, ya que las grandes habían sido algunas quemadas y en otras algunos nativos las habían hecho naufragar, al haber tratado de navegar, desarmándose en el agua y ahogándose estas bestias que no se habían dado cuenta que aun no estaban terminadas.
Turnándose la pareja, se dirigía cada uno en las noches hacia un recodo de una playa rodeada de grandes rocas, lo hacían silenciosamente y a escondidas, aprovechando los momentos de descuido de los orejas cortas o estaban dormidos, y si un pequeño ruido los despertaban, sabían que terminarían después de haber sido tragados, como un montón de caca detrás de alguna piedra usada como baño por estos caníbales.