CAPITULO SIETE
El rumbo tenía que ser hacia el sureste o noreste, no podían fallar. Tenían que coger como sea una corriente que los lleven de vuelta hacia el país de los Moches, y tenían que escoger bien, al pequeño error, juacate! se pelaban los coloraos.
-Pero no era arriesgado hacerlo sin mapas ni brújulas que no habia en esas épocas?- le pregunté, mismo mongazo limeño
- no- yo creo que se arriesgaron porque sabían que antiguos mochicas habían regresado de estas islas, con algunos nativos capturados. Entonces porque no lo podían hacer ellos. Además estaba esa pirámide en la otra parte de la Isla que habia visto Ororoira que lo probaba, no les quedaba otra, así que se encomendaron a Kon y se mandaron.
Un día muy temprano con algunas provisiones de carne de pájaro de la isla, huevos de golondrina, que habían robado a los hombres pájaro, carnadas, anzuelos y sus prendas de oro que habían desenterrado, se echaron a la mar y partieron rumbo hacia donde sale el sol.
Ellos sabían que el viaje no iba a ser fácil. Ya en el agua comenzaron a remar con todas sus fuerzas para poder salir de la zona donde reventaban las grandes olas que arremetían contra la frágil embarcación, y que luego de sortearlas, comenzaron a ser arrastrads hacia unos agrestes peñascos negros y puntiagudos que contrastaban con las grandes espumas blancas que se formaban al reventar al explotar lasc olas contra ellas, masas de agua que felizmente lograron superar.
Fueron pasando los días, y ellos aun no encontraban la bendita corriente que los arrastrara en dirección Este, ósea hacia estas costas. – Imagínate, solos, a la intemperie, con un Sol que los achicharraba, rodeados de agua por todas partes, y teniendo como protección solamente algunas pieles de animales traídas desde el Perú, que felizmente no se habían quemado y que habían recuperado de lo que aun quedaba de su fortaleza.
Una mañana despertaron, y comenzaron a ver que la balsa era arrastrada suavemente por una corriente marina hacia el sur, y ligeramente hacia el Este, así que comenzaron con la ayuda de su pequeña vela, a orientar poco a poco la balsa en dirección desde donde el fuerte Sol matutino alumbraba, la tarde pasó rápidamente, felizmente pudieron pescar algo y sin darse cuenta fue cayendo la noche, y el frío aumentando, pero al menos ya habia una esperanza, la balsa avanzaba, hacia la dirección correcta.
Cuando el Sol se ocultó en el mar, el cielo nocturno oscuro apareció despejado, no habia luna y miles de estrellas lo poblaban, una suave brisa iba empujando lentamente la embarcación en una calma total. Pea sintió un ligero escalofrío y acercó su tibio cuerpo al de Oro, este la cubrió con su ancho brazo y le dio un largo beso, que ella lo recibió tiernamente con todo su amor y su entrega al hombre que la protegía.
De toda esa gente que legó a la Isla, quedaban solo ellos dos, tres generaciones habia pasado desde que partieron sus abuelos desde la Atlántida, poco antes de desaparecer. Habían cruzado dos grandes mares y en su camino habían vencido y culturizado a muchas culturas a su paso, como los Mexican, Aztecas y Mayas. Y al padre de Kon, hijo de la reina de la Atlántida Chimalma, y al que obedecían y amaban, y le pusieron como nombre: Quetzalcoalt. Debido a luchas internas abandonaron esos territorios, dejando a su paso una gran cultura y que ellos habían contribuido a formarse. En su camino hacia el sur de este gran continente y luego de cruzar selvas inhóspitas, - me imagino que las que ahora son las colombianas-, se toparon con una gigantesca cadena de montañas que su gente había dominado, y era hacia donde ellos, los unicos sobrevivientes, dirigían ahora su pequeña balsa, y que nosotros llamamos Perú.
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