jueves, 12 de febrero de 2015
CUENTO; FACEBOOK
CUENTO: FACEBOOK
Prendo mi computadora entro en el fb y me encuentro con una foto de hace treinta años, y donde salgo con el amigo que colgó la foto, emparejados con dos lindas chicas. Ese fue el último momento en que lo vi.
Nos contactamos gracias a esta cosa del facebook y quedamos en vernos, en el transcurso de unos días, como me imagino que muchos lo han hecho sacándole el jugo a esta época del “interné”.
Gracias a Dios, me dijo para almorzar aquicito nomas en el Terrazas y no en la Planice, Eshia, Villa o el Cono Norte. Eso fue el lunes, así que quedamos para ayer jueves para almorzar a las doce. Como estoy de vacaciones no me afeito, y la barba a mi sesentón, me sale blanca. Puta que hago pensé, me afeito para que se me vea más joven que él, o me cago en la noticia y me la dejo. A lo mejor mi amigo, yo ahora gordo, mas chato, canoso, y con un brazo flaco, y encima barbón , no me va a reconocer, y además por lo golpeado que he quedado luego de estos treinta años que no me ve, y que la vida me pasado una factura más grande que si no pagas a la telefónica. Porque acordándome como era Jhony, de hecho que se la ha pasado haciendo aeróbicos y cirugía hasta en su culo, y se va a ver más joven que yo. Y eso ni cagando, pensé.
Y llegó el día jueves (ayer) y lo llamo a las once de la mañana para confirmar, me dice que ya, que nos veríamos como quedamos a las doce. Mientras hablo con el por teléfono me miro en el espejo y veo mi barrigota, y como hace unos días que no salgo a caminar por el malecón, le digo que mejor a la una, así me da tiempo para una vueltita hasta el faro. Mientras me cambio, me pongo las medias, luego las zapatillas, me queman los pies, me saco las medias, me pongo de nuevo las zapatillas, y salgo rápido, me doy cuenta que por lo apurado, no me he dado cuenta que estoy calato con las zapatillas puestas en la puerta de mi casa a punto de salir, felizmente mi tía de 90 años con la que vivo no estaba, porque la mataba del susto. Regreso a mi dormitorio me pongo el short y salgo rumbo al malecón. A las doce y media estoy de regreso, me baño, visto y salgo rumbo al Terrazas, felizmente estoy cerca, Cuando llego faltando pocos minutos para las doce a la bajada de la playa junto al puente Villena, me doy con la sorpresa que está cerrada la escalera por que habían empezado las obras para el nuevo puente.
El Serenazgo que cuidaba que ningún sudoroso de medio día de verano, bajara a la playa por esa escalera, nos dijo que teníamos que regresar al comienzo de la Bajada Balta o arriesgarnos y cruzar el puente, e intentar bajar por la otra escalera, así que las tres viejas que estaban intentando coquetear al Serenazgo, perdón, dos de ellas, porque una que tenía el bastón, lo amenazaba con agarrarlo a bastonazos si no las dejaban bajar. En pleno bochinche llegaron cuatro turistas con su librito en la mano, y con las cámaras colgadas, que no entendían nada y comenzaron a tomarse fotos con el Serenazgo, a lo cual mismo brichero aprovechó para meterle letra a una de las gringas.
Ni modo, solo me quedó cruzar el puente con un sol africano sobre la cabeza, y rápido para llegar puntual, porque después de treinta años no podía dejar que piense: este huevon sigue igual de irresponsable, además me había puesto no uno, sino dos lapiceros en mi bolsillo de camisa hawaiana, (mismo arquitecto).
Llego al otro lado, y…sorpresa, también estaba cerrada la escalera, tal fue la frenada de golpe que una gringa que venia caminando rápidamente para no perderse en este Miraflores complicado "para ellos", se empotró en mi espalda y casi me hace rodar. Felizmente había solo una cinta amarilla amarrada a dos palos y al serenazgo lo teníamos al otro lado de la Bajada, la saqué y mismo capitán con su tropa (los gringos y las tres viejas) me dispuse a bajar gallardamente hacia mi destino. Pero como en nuestro querido y folclórico país, no es tan fácil la cosa, al llegar abajo y disponernos a cruzar el puentecito de madera, otro serenazgo, misma guerra de las Galaxias, nos esperaba agazapado y con un NO PASARAN, nos quería hacer regresar por donde vinimos, con viejas y todo. NI CAGANDO FUE NUESTRA RESPUESTA AL UNISONO, y esta vez nadie detuvo a la vieja del bastón, felizmente el sereno preparado en estas lides, esquivo el bastón que en cámara lenta se dirigía a el, con vieja y todo, ya que tuvimos que agarrarla para que no se caiga encima del pobre hombre que la miraba asustado.
Ya con el guachiman doblegado, cruzamos el puentecito, mismo puente sobre el Rio Kwai, ante la impotente mirada del Serenazgo y pudimos al fin llegar a la playa Makaha, o lo que queda de ella, porque ahora es misma avenida Túpac Amaru, con quioscos de profesores de tabla marrones con pelo teñido, harta tierra y salvavidas gordos con ropa de baño con nariz. Bueno, que se va a hacer es nuestra querida bich de tantos años y hay que amarla en las buenas que fueron y en las malas que serán, porque futuro, nuestra costa verde (marrón) no tendrá, en este país que hay tanto por hacer, y os encargados de hacerlo o no lo hacen, o lo hacen mal.
Ahora la odisea era cruzar la pista para entrar al club Terrazas, Waikiki solo de vista, y El Club del Pacifico, siempre de lejitos, aunque tuvo sus épocas con cada hembrón alla por los 70´s. Media hora tratando de cruzar la maraña de carros manejados por Fitipaldis de Lago Titicaca, hasta que lo logro, previa raspada de culo. Llego a la puerta, todo sudoroso y con la camisa pegada y los lapiceros hirviendo, donde un guachimán me mira con respeto ( por mi cara de gringo sera pues), hasta que me acerco a la ventanilla y le digo a la señorita de nombre Grecia, que bonito nombre, yo estuve ahí, y no era tan bonita como lo es usted, a lo que sonrió y me pidió el carnet, le dije que no era socio, le dije mi nombre y que un señor Jhonny me estaba esperando, leyó un papel y me dijo que no estaba mi nombre. Le cambió la cara y al guachimán también, me había convertido en un zampón
Son la una de la tarde y yo aquí parado frente a un guachimán con cara de pocos amigos. Me hace recordar cuando de chibolo iba misio a las fiestas de los Traffic y parado frente a las puertas de los Club de Leones, Nautico, Ancón, Pucusana, etcétera etcétera, pensaba como zamparme al tono (y me zampaba). Y ahora cuarenta años después me encontraba en el mismo plan ante las miradas burlonas de Gracia , la de la ventanita y guachiman, además de los socios que entraban en ese momento al club, que me miraban como diciendo: y este acollerado quien es?. En ese momento se me vino a la cabeza, no será que este Jhony, (a estas hora del partido, y por lo sudoroso que estaba por su culpa, ya le había chantado el “este” adelante) seguro no ha dejado mi nombre en la puerta como venganza de la última vez que lo vi.
Fue en su matrimonio, y pasó, que mientras estaba dando el abrazo de rigor, a los que hacen cola, (sarta de chismosos) se me cae una copa al piso, y el deja; a la novia, a la suegra, a los pateros que vienen a chupar y comer, a la viejas con las carteras vacías para llenarlas hasta con empanadas de carne, al suegro que nos miraba, como diciendo, de donde saco estos pelucones como amigos mi yerno? . A todos los dejo parados y baja del estrado donde estaba, - mismo actor (no se porque será, que la tienen todos los que se casan) de Los Doce del Patibulo- y se nos acerca y nos dice con cara de asustado: (o por lo ahorrativo, o por que se estaba casando) - que no se nos caiga una copa mas, porque se la iban a cobrar-. Ya se imaginaran lo que hicimos, copa tras copa que secábamos, juacate! al piso, y el suegro y el, ya no nos miraban preocupados, sino con cara de botarnos del salón.
Todo eso se me vino a la mente ahí parado cagandome de calor, frente a la puerta infranqueable (mismo muro de Berlín) del Club Terrazas. Hasta que se me ocurrió decirle a la que me miraba a través de la ventanita, que no solo mi hermanas eran socias, también mi padre, tios, etc, y que buscara, en la computadora, a lo mejor por contagio yo también estaba. Y buscó y buscó (bien obediente ella) y nada. En esas estaba, cuando suena mi celular y era Jhony. Pensé que se iba a burlar y decirme por teléfono, bien hecho, jódete por romperme las copas.
Pero yo mal pensado me equivoque, el bueno de mi amigo me dijo que estaba en la puerta esperándome. Que? Pensé, este guachimán es Jhony? Tanto ha cambiado?, no puede ser, tanta marihuana he fumado de chiquillo, que estoy alucinando hasta ahora? Hasta que (bien inteligente yo) me di cuenta que no podía ser, porque no tenía el celular mientras hablaba al otro lado conmigo. Así que le pregunte, o eres el hombre invisible, o me está hueveando de lo lindo? No Lucho, acá estoy en la puerta del Terrazas, en que terrazas? Si yo estoy también en la puerta? En la puerta que da al malecón. Ósea el estaba arriba esperándome y yo abajo hecho un pelotudo, media hora cegándome de calor. Justo ahí se cortó la llamada.(no cambia Jhony, seguro que se le acabó el saldo a su prepago. Pensé) Así que para no quedarme más tiempo frente a la hermosa y delicada cara del guachimán, me arranqué hacia mi destino junto a mi querido amigo Jhonny, subiendo la “bajada Balta” de mi “destreto” de Miraflores.
Luego de subir las cinco mil quinientas gradas, atravesar por el nuevo puente la nueva avenida Costa Verde (marrón), aparecen frente a mis ojos en la ahora mas empinada Bajada Balta, mismo Camino Inca miraflorino, las viejas (y la del bastón) todavía bajando, y junto a ellas los gringos, que andaban mas perdidos que Melcochita, el Chato Barraza y la gringa Inga, en la entrega del Grammy. Los miro y me hago el loco, y continúo mi odisea en busca de mi Santo Grial, de mediodía.
A media subida y con cinco kilos menos, sin orinar, con una próstata que ya tiró la toalla, los lapiceros derretidos, con la camisa Hawayana una sola con mi piel y felizmente llevando mi pantalón corto y sin calzoncillos (por lo menos bien ventiladito como manda el verano) me encuentro con el Guachiman, al otro lado de la Bajada. Me saluda sonriente agitando la mano con un papelito, gritándome todo burlón, y a todo pulmón: es el teléfono de la gringa, es el teléfono de la gringa. Lecherazo el brichero.
Sigo subiendo el ahora convertido Camino Inca y llego al fin a la puerta del Terrazas. Junto, a de nuevo, dos guachimanes (como abundan estos, están en mas sitios a la vez que Urresti). Frente a ellos, ya adentro del club, veo a tres viejos en short y zapatillas con media blancas planchadas, bien coquetos ellos conversando entre si, agarrando cada uno de ellos una raqueta de tenis sin usar. Como yo cuando antes de empezar a correr tabla, alla por los setenta, salía de mi universidad que quedaba en la calle Piura de Miraflores y bajaba al Makaha, con una tabla sobre mi parrilla, para levantarme a las chiquillas Hasta que una de ellas me dijo: No eres tu, ni tu carro, ni tu tabla, por lo que chapamos contigo. Sino porque eres el más fácil de la playa. Me cagó.
Regresando al club. Sonrío a cada viejo, uno por uno, tratado de no sonreir como maricón, esperando que alguno fuera mi amigo Jhony y nada, ni sonrisas ni nada. Me acerco al counter, siempre bajo la mirada (soy bajo) de los guachimanes (de nuevo estos, pero más elegantes, ósea unos señores profesionales en guachologia), los ojos saltones de los tres viejos coquetones que ahora ya no sonríen, sino que me miran asustados, razón no les faltaba, ya que luego de hora y media de búsqueda, subidas y bajadas bajo un sol infernal de medio día de febrero, tenia una pinta de veterano del Vietnam recién rescatado.
Las señoritas del counter, que parecen más acostumbradas a este tipo de encuentros de tercer tipo, - quizás por mi parecido con la facha que tienen sus explotados maridos cuando llegan todos los días de trabajar-, me reciben con una comprensible sonrisa como a uno de los suyos. Les pregunto en voz baja si alguno de esos viejos coquetones se llama Jhony, que es un señor como ellos de la tercera edad que me debe estar esperando. - Lo de la tercera edad es por joder.- Ella me responde: que ninguno se llama Jhonny, A lo que le solté un Puta, no puede ser!. Yo puta? Puta, tu abuela me respondió la chatita, La que hace un ratito era de los mios, ahora era una vietnamita dispuesta a meterme una granada en el culo. No amiguita, le contesté asustado, y con los guachimanes resoplándome las orejas. - No lo digo por ti, sino por rabia, porque mi amigo me la hizo de nuevo,- le explique con lagrimas en los ojos, o sudor que me chorreaba a raudales.
En esas estaba, cuando suena el teléfono dentro del counter, la otra señorita que permanecía impávida ante mi extraña presencia, contesta el teléfono, y luego de hablar con la persona al otro lado de la línea, me pregunta si yo era el señor Lucho, si, le contesté, El señor Jhony dice que va en camino a encontrarlo en la sede de la playa, que lo espere adentro en el restaurante del club, que porque están construyendo el nuevo puente, se ha tenido que desviar hasta Barranco, y se va a demorar un poco..
Al escuchar este mensaje, me salió un suspiro de alivio, y le estampé un húmedo y sonoro beso a la recepcionista, -la que un rato antes había puteado-, y con una sonrisa burlona a los de las medias blancas planchadas, bien huachafos ellos. salgo rápidamente del club y bajo nuevamente hacia la playa. (Las viejas y los gringos ya no estaban, pero si el guachimán), Cruzo de nuevo la burrada de pista, entro al club, sin ver a los de la puerta esta vez, me dirijo al comedor, me siento en una mesa y me tome tres pisco sour esperando a mi amigo,
Hasta que al fin llegó mi amigo Jhonny, seguía igual, con su cuerpo con espalda de tablista, piernas de futbolista y cabeza de profesor de física. Nos abrazamos, nos reímos de todo lo sucedido, hasta que le cambio la cara, cuando el mozo nos informó que solo se pagaba en efectivo, y yo ya había por mi cuarto pisco sour, había pedido un cebiche y no iba poder pagar mi cuenta, porque solo tenía tarjeta y estaba sin un solo sol
FIN
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