viernes, 9 de noviembre de 2012

GRINCAR


GRINCAR
El teléfono suena. Contesto. Al otro lado de la línea una voz chillona me pregunta por la Chola,         (aclarando  que “la Chola” en cuestión, es la amiga peruana que vive en Florida y que me dio casita en los yunaites), le pregunto quien la llama, y me dice Tenchi, le paso el teléfono a mi amiga no sin antes decirle de broma: -a esa Tenchi yo me la he tirado- y mi amiga muy cojinova se lo dice, y encima también mi nombre, a lo que ella para sorpresa de los dos le dice que si, y que me la había tirado borracha en Cerro Azul. Además de  voz de pito, está loca, –pensé- cuando mi amiga desde la sala me lo grita, cagándose de risa. Le pido el teléfono y al otro lado de la línea la voz chillona que pensé que me iba a insultar, me saludó cariñosamente (parece que lo de Cerro Azul le había gustado), y sin parar me contó 25 años en USA en cinco minutos, y  yo sin saber quien era, felizmente esta loca llamaba desde San Francisco, bien lejitos.
Cuando terminó de hablar, yo para evitar otro sacrificado encuentro telefónico, le conté que ya me regresaba al Perú, porque el contrato con los arquitectos que trabaje en Kendall había terminado,  y no podía continuar porque no tenía visa, y ,oh, sorpresa,  yo te  la doy, pero tendrías que venir hasta acá- me dijo -, dentro de mi pensé, -este papagayo quiere vengarse-. Que tal si mejor nos comunicamos mas tarde por el “mesanyer” le dije, con la intención de verle la cara y si iba en serio la cosa, ok, me dijo y quedamos en una hora determinada.
Cuando llegó el momento y prendí  la compu, no sin antes hacer las averiguaciones del caso con mi amiga, no iba a ser una loca asesina en potencia esa Tenchi –quenosequienes- . Ll ego la hora, y  en el monitor apareció  una mujer mismo risas y salsa, echada toda gatubela sobre una cubrecama de piel de tigre,  -lo que tengo que hacer para quedarme en este país de mierda- pensé- , ya repuesto de la emoción, le dije que tenia poco tiempo, por lo que después de un par de veces mas de enamorarnos vía monitor, decidí cruzar hasta el otro lado de gringolandia donde se encontraba mi futura esposa.
Para esto, mis amigos de Coral Spring, me dieron todas sus bendiciones con una sonrisa de Monalisa, que después descubrí porque las tuvieron en sus bocas de cachacientos. El avión con rumbo a California hizo una parada de muchas horas en Atlanta por mal tiempo, por lo que nos permitieron hacer  una sola llamada, luego de una hora de formar cola y llegar al teléfono, -  y ahora a quien llamo pensé-, el único numero que me vino a la memoria en ese momento, fue el de mi amiga Maricarmen en Perú, marqué, y al otro lado de la línea una voz de ogro me contestó, -estas no son horas de llamar- y me colgó, así se me fue mi única llamada.
Ya en el avión de nuevo, me tome cuanto trago pude tomar de mi chata de wisky, para suavizar el encuentro, cuando desciendo y llego al hall del aeropuerto, escucho la voz inconfundible de “mi futura”, si yo soy chato, ella era recontra chata, llevaba unos tacones aguja – que odio- un pelo abombado pintado de dorado, un saco verde brilloso y una falda que hacia juego con su pelo,  ósea- mejor ya no podía pedir, el único que faltaba era Woody Allen. Me llevó  a su depa, uno pequeñín, donde me recibió su hijo un chicano de 18 años de 120 kilos de peso, con el pelo rapado y una calavera de marfil que le colgaba de una cadena de orobamba, -no Urubamba- además de tatuajes por todo el cuerpo, solo sus ojos se salvaron. Me miró  con esos ojos de Triller de película del cine Tacna, y yo dije –puta, este loco me mata esta noche, yo aquí no duermo ni cagando, así que llamé al toque a mi pata Toby  que vivía cerca a San Francisco para que me salve, un amigo al que al comienzo de los 80s, había ayudado a trasladarse desde Los Ángeles , donde vivíamos por aquel entonces.
Cuando me contestó el teléfono mi amigo y nos invitó a una fiesta esa noche, lo miré al chiquillo como un pescado que le roba el anzuelo a un pescador cojudo.  Le dije a Tenchi lo de la invitación y que  era solo un pequeño viaje de donde estábamos,  por supuesto fui con mi mochila y nunca volví a ese depa, ni a los brazos de mi  futuro hijo que de seguro,  no los iba a usar para abrazarme cariñosamente.
FIN