jueves, 12 de febrero de 2015

CUENTO; FACEBOOK

CUENTO: FACEBOOK Prendo mi computadora entro en el fb y me encuentro con una foto de hace treinta años, y donde salgo con el amigo que colgó la foto, emparejados con dos lindas chicas. Ese fue el último momento en que lo vi. Nos contactamos gracias a esta cosa del facebook y quedamos en vernos, en el transcurso de unos días, como me imagino que muchos lo han hecho sacándole el jugo a esta época del “interné”. Gracias a Dios, me dijo para almorzar aquicito nomas en el Terrazas y no en la Planice, Eshia, Villa o el Cono Norte. Eso fue el lunes, así que quedamos para ayer jueves para almorzar a las doce. Como estoy de vacaciones no me afeito, y la barba a mi sesentón, me sale blanca. Puta que hago pensé, me afeito para que se me vea más joven que él, o me cago en la noticia y me la dejo. A lo mejor mi amigo, yo ahora gordo, mas chato, canoso, y con un brazo flaco, y encima barbón , no me va a reconocer, y además por lo golpeado que he quedado luego de estos treinta años que no me ve, y que la vida me pasado una factura más grande que si no pagas a la telefónica. Porque acordándome como era Jhony, de hecho que se la ha pasado haciendo aeróbicos y cirugía hasta en su culo, y se va a ver más joven que yo. Y eso ni cagando, pensé. Y llegó el día jueves (ayer) y lo llamo a las once de la mañana para confirmar, me dice que ya, que nos veríamos como quedamos a las doce. Mientras hablo con el por teléfono me miro en el espejo y veo mi barrigota, y como hace unos días que no salgo a caminar por el malecón, le digo que mejor a la una, así me da tiempo para una vueltita hasta el faro. Mientras me cambio, me pongo las medias, luego las zapatillas, me queman los pies, me saco las medias, me pongo de nuevo las zapatillas, y salgo rápido, me doy cuenta que por lo apurado, no me he dado cuenta que estoy calato con las zapatillas puestas en la puerta de mi casa a punto de salir, felizmente mi tía de 90 años con la que vivo no estaba, porque la mataba del susto. Regreso a mi dormitorio me pongo el short y salgo rumbo al malecón. A las doce y media estoy de regreso, me baño, visto y salgo rumbo al Terrazas, felizmente estoy cerca, Cuando llego faltando pocos minutos para las doce a la bajada de la playa junto al puente Villena, me doy con la sorpresa que está cerrada la escalera por que habían empezado las obras para el nuevo puente. El Serenazgo que cuidaba que ningún sudoroso de medio día de verano, bajara a la playa por esa escalera, nos dijo que teníamos que regresar al comienzo de la Bajada Balta o arriesgarnos y cruzar el puente, e intentar bajar por la otra escalera, así que las tres viejas que estaban intentando coquetear al Serenazgo, perdón, dos de ellas, porque una que tenía el bastón, lo amenazaba con agarrarlo a bastonazos si no las dejaban bajar. En pleno bochinche llegaron cuatro turistas con su librito en la mano, y con las cámaras colgadas, que no entendían nada y comenzaron a tomarse fotos con el Serenazgo, a lo cual mismo brichero aprovechó para meterle letra a una de las gringas. Ni modo, solo me quedó cruzar el puente con un sol africano sobre la cabeza, y rápido para llegar puntual, porque después de treinta años no podía dejar que piense: este huevon sigue igual de irresponsable, además me había puesto no uno, sino dos lapiceros en mi bolsillo de camisa hawaiana, (mismo arquitecto). Llego al otro lado, y…sorpresa, también estaba cerrada la escalera, tal fue la frenada de golpe que una gringa que venia caminando rápidamente para no perderse en este Miraflores complicado "para ellos", se empotró en mi espalda y casi me hace rodar. Felizmente había solo una cinta amarilla amarrada a dos palos y al serenazgo lo teníamos al otro lado de la Bajada, la saqué y mismo capitán con su tropa (los gringos y las tres viejas) me dispuse a bajar gallardamente hacia mi destino. Pero como en nuestro querido y folclórico país, no es tan fácil la cosa, al llegar abajo y disponernos a cruzar el puentecito de madera, otro serenazgo, misma guerra de las Galaxias, nos esperaba agazapado y con un NO PASARAN, nos quería hacer regresar por donde vinimos, con viejas y todo. NI CAGANDO FUE NUESTRA RESPUESTA AL UNISONO, y esta vez nadie detuvo a la vieja del bastón, felizmente el sereno preparado en estas lides, esquivo el bastón que en cámara lenta se dirigía a el, con vieja y todo, ya que tuvimos que agarrarla para que no se caiga encima del pobre hombre que la miraba asustado. Ya con el guachiman doblegado, cruzamos el puentecito, mismo puente sobre el Rio Kwai, ante la impotente mirada del Serenazgo y pudimos al fin llegar a la playa Makaha, o lo que queda de ella, porque ahora es misma avenida Túpac Amaru, con quioscos de profesores de tabla marrones con pelo teñido, harta tierra y salvavidas gordos con ropa de baño con nariz. Bueno, que se va a hacer es nuestra querida bich de tantos años y hay que amarla en las buenas que fueron y en las malas que serán, porque futuro, nuestra costa verde (marrón) no tendrá, en este país que hay tanto por hacer, y os encargados de hacerlo o no lo hacen, o lo hacen mal. Ahora la odisea era cruzar la pista para entrar al club Terrazas, Waikiki solo de vista, y El Club del Pacifico, siempre de lejitos, aunque tuvo sus épocas con cada hembrón alla por los 70´s. Media hora tratando de cruzar la maraña de carros manejados por Fitipaldis de Lago Titicaca, hasta que lo logro, previa raspada de culo. Llego a la puerta, todo sudoroso y con la camisa pegada y los lapiceros hirviendo, donde un guachimán me mira con respeto ( por mi cara de gringo sera pues), hasta que me acerco a la ventanilla y le digo a la señorita de nombre Grecia, que bonito nombre, yo estuve ahí, y no era tan bonita como lo es usted, a lo que sonrió y me pidió el carnet, le dije que no era socio, le dije mi nombre y que un señor Jhonny me estaba esperando, leyó un papel y me dijo que no estaba mi nombre. Le cambió la cara y al guachimán también, me había convertido en un zampón Son la una de la tarde y yo aquí parado frente a un guachimán con cara de pocos amigos. Me hace recordar cuando de chibolo iba misio a las fiestas de los Traffic y parado frente a las puertas de los Club de Leones, Nautico, Ancón, Pucusana, etcétera etcétera, pensaba como zamparme al tono (y me zampaba). Y ahora cuarenta años después me encontraba en el mismo plan ante las miradas burlonas de Gracia , la de la ventanita y guachiman, además de los socios que entraban en ese momento al club, que me miraban como diciendo: y este acollerado quien es?. En ese momento se me vino a la cabeza, no será que este Jhony, (a estas hora del partido, y por lo sudoroso que estaba por su culpa, ya le había chantado el “este” adelante) seguro no ha dejado mi nombre en la puerta como venganza de la última vez que lo vi. Fue en su matrimonio, y pasó, que mientras estaba dando el abrazo de rigor, a los que hacen cola, (sarta de chismosos) se me cae una copa al piso, y el deja; a la novia, a la suegra, a los pateros que vienen a chupar y comer, a la viejas con las carteras vacías para llenarlas hasta con empanadas de carne, al suegro que nos miraba, como diciendo, de donde saco estos pelucones como amigos mi yerno? . A todos los dejo parados y baja del estrado donde estaba, - mismo actor (no se porque será, que la tienen todos los que se casan) de Los Doce del Patibulo- y se nos acerca y nos dice con cara de asustado: (o por lo ahorrativo, o por que se estaba casando) - que no se nos caiga una copa mas, porque se la iban a cobrar-. Ya se imaginaran lo que hicimos, copa tras copa que secábamos, juacate! al piso, y el suegro y el, ya no nos miraban preocupados, sino con cara de botarnos del salón. Todo eso se me vino a la mente ahí parado cagandome de calor, frente a la puerta infranqueable (mismo muro de Berlín) del Club Terrazas. Hasta que se me ocurrió decirle a la que me miraba a través de la ventanita, que no solo mi hermanas eran socias, también mi padre, tios, etc, y que buscara, en la computadora, a lo mejor por contagio yo también estaba. Y buscó y buscó (bien obediente ella) y nada. En esas estaba, cuando suena mi celular y era Jhony. Pensé que se iba a burlar y decirme por teléfono, bien hecho, jódete por romperme las copas. Pero yo mal pensado me equivoque, el bueno de mi amigo me dijo que estaba en la puerta esperándome. Que? Pensé, este guachimán es Jhony? Tanto ha cambiado?, no puede ser, tanta marihuana he fumado de chiquillo, que estoy alucinando hasta ahora? Hasta que (bien inteligente yo) me di cuenta que no podía ser, porque no tenía el celular mientras hablaba al otro lado conmigo. Así que le pregunte, o eres el hombre invisible, o me está hueveando de lo lindo? No Lucho, acá estoy en la puerta del Terrazas, en que terrazas? Si yo estoy también en la puerta? En la puerta que da al malecón. Ósea el estaba arriba esperándome y yo abajo hecho un pelotudo, media hora cegándome de calor. Justo ahí se cortó la llamada.(no cambia Jhony, seguro que se le acabó el saldo a su prepago. Pensé) Así que para no quedarme más tiempo frente a la hermosa y delicada cara del guachimán, me arranqué hacia mi destino junto a mi querido amigo Jhonny, subiendo la “bajada Balta” de mi “destreto” de Miraflores. Luego de subir las cinco mil quinientas gradas, atravesar por el nuevo puente la nueva avenida Costa Verde (marrón), aparecen frente a mis ojos en la ahora mas empinada Bajada Balta, mismo Camino Inca miraflorino, las viejas (y la del bastón) todavía bajando, y junto a ellas los gringos, que andaban mas perdidos que Melcochita, el Chato Barraza y la gringa Inga, en la entrega del Grammy. Los miro y me hago el loco, y continúo mi odisea en busca de mi Santo Grial, de mediodía. A media subida y con cinco kilos menos, sin orinar, con una próstata que ya tiró la toalla, los lapiceros derretidos, con la camisa Hawayana una sola con mi piel y felizmente llevando mi pantalón corto y sin calzoncillos (por lo menos bien ventiladito como manda el verano) me encuentro con el Guachiman, al otro lado de la Bajada. Me saluda sonriente agitando la mano con un papelito, gritándome todo burlón, y a todo pulmón: es el teléfono de la gringa, es el teléfono de la gringa. Lecherazo el brichero. Sigo subiendo el ahora convertido Camino Inca y llego al fin a la puerta del Terrazas. Junto, a de nuevo, dos guachimanes (como abundan estos, están en mas sitios a la vez que Urresti). Frente a ellos, ya adentro del club, veo a tres viejos en short y zapatillas con media blancas planchadas, bien coquetos ellos conversando entre si, agarrando cada uno de ellos una raqueta de tenis sin usar. Como yo cuando antes de empezar a correr tabla, alla por los setenta, salía de mi universidad que quedaba en la calle Piura de Miraflores y bajaba al Makaha, con una tabla sobre mi parrilla, para levantarme a las chiquillas Hasta que una de ellas me dijo: No eres tu, ni tu carro, ni tu tabla, por lo que chapamos contigo. Sino porque eres el más fácil de la playa. Me cagó. Regresando al club. Sonrío a cada viejo, uno por uno, tratado de no sonreir como maricón, esperando que alguno fuera mi amigo Jhony y nada, ni sonrisas ni nada. Me acerco al counter, siempre bajo la mirada (soy bajo) de los guachimanes (de nuevo estos, pero más elegantes, ósea unos señores profesionales en guachologia), los ojos saltones de los tres viejos coquetones que ahora ya no sonríen, sino que me miran asustados, razón no les faltaba, ya que luego de hora y media de búsqueda, subidas y bajadas bajo un sol infernal de medio día de febrero, tenia una pinta de veterano del Vietnam recién rescatado. Las señoritas del counter, que parecen más acostumbradas a este tipo de encuentros de tercer tipo, - quizás por mi parecido con la facha que tienen sus explotados maridos cuando llegan todos los días de trabajar-, me reciben con una comprensible sonrisa como a uno de los suyos. Les pregunto en voz baja si alguno de esos viejos coquetones se llama Jhony, que es un señor como ellos de la tercera edad que me debe estar esperando. - Lo de la tercera edad es por joder.- Ella me responde: que ninguno se llama Jhonny, A lo que le solté un Puta, no puede ser!. Yo puta? Puta, tu abuela me respondió la chatita, La que hace un ratito era de los mios, ahora era una vietnamita dispuesta a meterme una granada en el culo. No amiguita, le contesté asustado, y con los guachimanes resoplándome las orejas. - No lo digo por ti, sino por rabia, porque mi amigo me la hizo de nuevo,- le explique con lagrimas en los ojos, o sudor que me chorreaba a raudales. En esas estaba, cuando suena el teléfono dentro del counter, la otra señorita que permanecía impávida ante mi extraña presencia, contesta el teléfono, y luego de hablar con la persona al otro lado de la línea, me pregunta si yo era el señor Lucho, si, le contesté, El señor Jhony dice que va en camino a encontrarlo en la sede de la playa, que lo espere adentro en el restaurante del club, que porque están construyendo el nuevo puente, se ha tenido que desviar hasta Barranco, y se va a demorar un poco.. Al escuchar este mensaje, me salió un suspiro de alivio, y le estampé un húmedo y sonoro beso a la recepcionista, -la que un rato antes había puteado-, y con una sonrisa burlona a los de las medias blancas planchadas, bien huachafos ellos. salgo rápidamente del club y bajo nuevamente hacia la playa. (Las viejas y los gringos ya no estaban, pero si el guachimán), Cruzo de nuevo la burrada de pista, entro al club, sin ver a los de la puerta esta vez, me dirijo al comedor, me siento en una mesa y me tome tres pisco sour esperando a mi amigo, Hasta que al fin llegó mi amigo Jhonny, seguía igual, con su cuerpo con espalda de tablista, piernas de futbolista y cabeza de profesor de física. Nos abrazamos, nos reímos de todo lo sucedido, hasta que le cambio la cara, cuando el mozo nos informó que solo se pagaba en efectivo, y yo ya había por mi cuarto pisco sour, había pedido un cebiche y no iba poder pagar mi cuenta, porque solo tenía tarjeta y estaba sin un solo sol FIN .

miércoles, 4 de febrero de 2015

CUENTO: LA NOVIA Y EL TREN

Fueron tres meses agotadores, entre la discoteca en la Costa Brava y las alemanas, me dejaron trapo . No debí parar esa mañana de verano en Niza para agradecer a la tía por haberme prestado su departamento cuando hice escala en mi viaje de ida. Los trenes que van hacia Milán por esa época del año llegaban repletos de turistas de España. Me acuerdo que me puse a caminar por el andén buscando algún vagón medio vacío para subir, cuando de pronto, me detengo y no podía creer lo que mis cansados ojos veían. No sé si fue su delicada figura, su pelo, o por la actitud de (me imagino eran sus padres) le advertían en un victoriano ingles sobre los peligros de viajar sola siendo tan bella e inocente criatura. Como habrá sido mi parada en seco al verla, que casi me atropella una barra brava de alemanes de 100 kilos de peso cada uno, que toda la familia volteo a mirarme, inclusive el perro que sujetaba la vieja. En eso siento el aviso que ya partía el tren, corro y subo por la otra puerta del vagón. Miro por la ventana mientras el tren empezaba su marcha y me despido con una sonrisa de los señores que momentos antes despedían a esa hermosura de mujer, que me miran asustados, por mi pinta de amante italiano con polo de gondolero que minutos antes había mirado a su tierna hijita como el lobo a la caperucita. Ya dentro del vagón repleto de gente, fui atravesándolo con rumbo a mi presa, perdón, la joven inglesa. Ahí estaba ella, al final del vagón, no se había movido desde que arranco el tren. Me miró y sonrió al verme aparecer entre los gigantes alemanes, que por piña también habían subido al mismo vagón y lo habían repletado con su humana inmensidad. Hola, le digo, y me pongo a su lado, y me doy cuenta que me lleva media cabeza, ella me contesta con un Hi, con mi misio ingles y señas le ofrezco mi asiento en el piso. Ella sonríe mostrándome sus blancos dientes que encierra unos labios carnocitos y oh sorpresa! Se sienta pegada a mí. Le pregunto cómo se llama y me responde Johanne o algo parecido, me pregunta si soy italiano y yo para no asustarla le digo que sí y que vengo de trabajar de Lloret de Mar. Me pregunta dónde queda y de mi mochila saco un mapita de España y le muestro el lugar en el papel. Ella que al comienzo estaba sentada un poco separada de mi se me pega y siento su suave perfume. Ya cerca a mi me cuenta que los señores que la despidieron con el perrito eran sus padres, que la prevenía de los peligros de viajar sola. Que ella tomo ese tren hacia Grecia para encontrarse con su novio con el que se iba a casar en una de sus islas, y que antes de eso quería hacer ese viaje por tierra cruzando varios países como despedida de soltera. Al escuchar eso y por lo apretados que estábamos se me ocurrió darle un beso y ella me respondió. Por lo que le dije para pasarnos a los vagones de primera, que sabía que no estaban tan llenos por esta parte de Europa, la tome de la m ano y sin esperar que reaccionara, me puse la mochila en mi espalda, agarró parte de su equipaje y ella toma su maletín y de la mano la conduje a través de varios vagones de segunda hasta llegar a uno semi vacio de primera. Buscamos sitio dentro de los compartimentos y encontramos un par frente a unas viejitas. Abrimos la puerta y nos acomodamos frente a ellas, que nos recibieron con unas amables sonrisas de tiernas abuelitas. Ni bien no sentamos y como quien anda apurado en estos viajes para vivirlo todo, empezamos a besarnos ante las miradas benevolentes de nuestras vecinas, que por su edad (que seguro vivieron los horrores de la guerra) todo lo comprenden, y más aun dos jóvenes enamorados camino a Italia. Luego de unas horas de besuqueos y charlas amenas en varios idiomas a la vez, entre una inglesa, un peruano que se hace pasar por italiano y dos viejitas francesas que apenas oyen, el tren llega a la frontera italiana de Domodossola. Ni bien se detuvo el tren cuando aparece el controlador pidiéndonos nuestros boletos, la gringa y yo se le enseñamos. Al ver que eran de segunda, nos pidió que bajemos y que vayamos a los vagones que iban a anexar. Bajamos corriendo y nos metimos al último que aun estaba vacío. Ya dentro, cerramos la cabina, estiramos los cuatro asientos y los convertimos en cómodas camas. Nos sacamos la ropa y ella se puso una pijamita que iba a estrenar con su novio. Cuando estoy bajando la persiana, el controlador que estaba dando la orden de partida del tren me chapa infraganti, yo lo miro y le guiño un ojo, esperando su benevolencia. Ya bien acomodados y acurrucados dentro de la cabina y totalmente aislados del exterior, sentimos como el tren inicia su marcha lentamente. Le pregunto si dentro de su equipaje no tiene algo de beber y saca una botella de Champan, me dice que tiene dos y que las estaba llevando para su novio. Tu novio ahora soy yo, le digo mientras fuerzo el corcho que sale disparado, al mismo tiempo que aparece de nuevo el controlador tocándonos la puerta . L e abrimos (casi desnudos), nos mira sonriendo y nos dice en italiano que su tren no es un albergo, le digo en italiano que nos acabamos de casar y estamos de luna de miel. El nos mira y para sorpresa eh vez de molestarse por tamaña mentira, nos comenta que es su cumpleaños. Nos dice que esperemos que ya volvía. Al poco rato aparece de nuevo con tres vasitos de plástico. Brindamos los tres por el matrimonio y su cumpleaños. El italiano estaba embobado con la inglesa. Pero felizmente tenía que seguir trabajando y nos dejo en nuestro nido de amor, asegurándonos que nadie nos iba a molestar, por lo que la inglesa y yo le dio un beso de agradecimiento en un cachete cada uno. Dicho y hecho nadie nos molestó en el resto del viaje mientras cruzábamos todo el norte de Italia amándonos intensamente, riéndonos mucho y comprando desde la ventana toda la cerveza posible. Hasta que llegamos a Trieste, frontera con Yugoslavia, donde nos despedimos con lágrimas en los ojos, quedando en vernos en Niza el 1º de julio del año 2015. Faltan cuatro meses.

martes, 3 de febrero de 2015

CUENTO: LA PROFESIA MAYA

LA PROFESIA MAYA Por el golpe, pierdo el equilibrio, mi cuerpo pasa por encima de la baranda y caigo hacia la pista de cabeza, en una eternidad observo la mirada atónita de los chóferes que viéndome caer de una gran altura, han frenado bruscamente para que no golpear mi cuerpo que va cayendo. Un auto blanco al no poder detenerse por la velocidad viene hacia mi, el impacto es inminente, mientras me voy acercando rápidamente hacia el. Siento un dolor fuertisimo, algo explota dentro de mi y luego, el silencio. Me voy alejando de mi cuerpo, el alineamiento de los planetas que los Mayas vaticinaron y que hoy se acabaría el mundo, no era un cuento, al menos para mi. Abro los ojos. Observo el techo de mi dormitorio, las paredes de mi cuarto, el vidrio de las ventanas y hoy, que se supone que iba a ser el fin del mundo según los Mayas, todo sigue igual. Mientras me voy despertando de a pocos, pienso que solo fue una profesia mas, y no hay porque asustarse. Cuando de pronto, siento un fuerte tirón en los nervios en mi brazo derecho, el dolor es fuertísimo, tanto, que hace que se contraiga todo mi cuerpo. Me siento al borde de mi cama, el dolor desaparece, busco mis pantuflas, mientras me agacho, el dolor vuelve a atacar, esta vez con mas fuerza, quedo con el cuerpo doblado. El dolor hace que todos los músculos se endurezcan. Trato de relajarme un poco. Espero que pase pronto, pero sigue. Mi dormitorio desaparece de mi vista, el dolor invade el espacio y lo nubla todo. Es el mismo dolor que sentí hace veinte años cuando me cayó ese ladrillo en la cabeza. Me doy cuenta que se encontraba agazapado dentro de mi, esperando otra oportunidad. Hoy ha vuelto, y con fuerza, justo en el día de la profecía Maya. No me provoca ir hoy a trabajar en este estado, ya cumplí con la ministra entregándole el proyecto de cocinas mejoradas para sus escuelas rurales. Prendo la televisión, a ver si se menciona como solución para Kali Warma y veo en el canal del Estado a Humala hablando de mi proyecto, la felicidad me invado por un momento, aunque nadie me vea, me siento importante. No por algo pasé muchos días trabajando este proyecto. Me toca un merecido descanso me digo, y me echo de nuevo en la cama.. Voy cambiando los canales mientras el dolor aparece y desaparece. Me acuerdo que tengo un compromiso con mi ex universidad sobre un proyecto de investigación. Me ducho y me visto lentamente, salgo a la calle para tomar un micro para poder terminar el libro de Umberto Eco en el trayecto por la Benavides, felizmente aparece uno semivacío, estoy con suerte, así puedo leer mientras llego a la mi universidad. Abro el libro donde lo había dejado el día anterior y leo una cita de Ricardo III: <>. No puedo seguir leyendo, cierro el pequeño libro de Eco, el dolor regresa más fuerte y lo hace caer al sucio piso del micro, lo dejo ahi, tengo miedo agacharme, pienso que me puedo quedar encorvado. Felizmente hay mucho trafico en esta parte de la Benavides y el microbús se ha detenido. Pasa el dolor, veo por la ventana que hay una farmacia al otro lado de la avenida. Recojo el libro, le pago al cobrador que me mira con cara de sorprendido, pensando seguro que había fumado. Bajo casi a la volada, cruzo la doble pista me meto a la farmacia y compro unas pastillas para el dolor. Subo al siguiente micro, el dolor ha desaparecido, vuelvo a abrir el libro y continúo leyendo: Detengo la lectura, el dolor ha vuelto, no me deja, no puedo seguir leyendo, solo espero llegar a la Universidad. Al fin estoy cerca, bajo de nuevo antes del paradero donde se encuentra, a ver si caminando pasa este dolor de mierda. mientras llego a la facultad de arquitectura. Ya dentro de la universidad encuentro al colega que me esperaba, le dejo mis investigaciones sobre viviendas para el frío, y me comenta que puedo contar con su apoyo. Salgo del campus, es medio día, el sol no aparece aun, hay un gris raro en el ambiente recibiendo el verano, Hoy es la Fiesta del Sol de los romanos y la última luna llena del año y el día de la Profesia Maya aquí todo sigue igual. - pienso mientras veo mi trasporte llegar-. Subo, otra vez por suerte esta vacío. Escojo un buen asiento, mientras por los parlantes suena Madonna con su voz ronca y chillona, gracias a la alta tecnología de los parlantes de los micros Orión. Ya acomodado, abro mi pequeña mochila, saco el libro cuidadosamente para continuar con Umberto Eco y leo: …pues yo, no hallo otro gusto para matar el tiempo, que espiar mi sombra dibujada al sol mientras sobre mi deformidad voy discurriendo; y puesto que no puedo probarme como amante, he determinado probarme como villano. Ya estoy cerca a mi casa, el micro avanza lentamente y aprovecho para bajar unas cuadras antes del puente del Zanjon con Benavides. Voy caminando entre la muchedumbre que a esta hora sale a alorzar, me detengo, la luz esta en rojo, espero junto a ellos que cambie, mientras se escucha los gritos de los cobradores, de los micros que detenidos tratan de meter a ls gente como sea. Cambia la luz, atravieso la pista, mientras voy cruzando el puente el dolor vuelve con mucha intensidad, me detengo, me encorvo por las fuertes punzadas, me resisto, mi cuerpo se tenza por el dolor, me enderezo, me vuelvo a encorvar, el dolor desaparece un poco, para luego regresa con mas fuerza. No puedo más, me inclino hacia la baranda que da hacia el vacio, me apoyo en ella, observo el lento recorrido de una larga fila de autos desfilando lentamente. Comienzo a relajarme, los músculos se sueltan, siento un suave alivio, y en ese preciso instante que tengo una sensación de libertad veo la luz del sol que aparece entre la neblina, y comienzo a caminar de nuevo, cuando ya estoy por terminar de cruzar el puente, un fuerte empujón por la espalda me hace trastabillar. Un muchacho que venia atravesando el puente en patines, se había estrellado contra mi.