martes, 19 de septiembre de 2017

CUENTO UNO CASA DE PLAYA

CASA DE PLAYA Por esa época no todos teníamos la suerte de gozar de una casa de playa semioculta frente a una ola como la de Punta Rocas. Fuimos en esa época de los 70s unos surfees privilegiados, más aun si éramos cuatro y esta casa tenía cinco dormitorios. El que sobraba era usado para guardar nuestras tablas. La casa construida de piedra y techo de madera, pertenecía al padre de una amiga, que debido a que era un alto ejecutivo del gobierno su familia había dejado de usarla. Por eso antes que fuera desmantelada nos la prestaron. Todo iba bien entre nosotros, hasta que un día mi plato de arroz con mariscos que había guardado en la cocina para comérmelo calentadito para la noche, fue vilmente profanado.- En una casa sin luz, agua y tablistas angustiados provenientes de logia sagrada de las playas de la Costa Verde-, esto no podía suceder. Uno de mis amigos se había comido mi arrocito con mariscos preparado con mucho cariño por la gorda Cecilia, esposa de mi amigo pescador Paco, y lo sirvió bien contundente sabiendo que me tenía que durar mínimo tres calentados. Calladito me guarde la vil traición. Pase toda la semana hambriento planeando la venganza. El sábado luego de correr las olas de La Isla en Punta Hermosa, en la playa cercana a la casa, me acerco al restaurante de Cecilia y le pido uno igualito. De regreso, comí la mitad, lo que sobró pensé en escupirlo y dejarlo igual que la vez anterior. Mientras caminaba para guardarlo en la cocina, me cruzo con una inmensa cucaracha que parecía de la época cuaternaria. L a cojuda en vez de correr levantó sus antenas y me retó. Se ganó su pisotón. Agonizando aun y lamentando su atrevimiento con la hoja de un periódico la levante con mucho cuidado y mientras agonizaba chorreando su liquido viscoso la puse en el taper mezclándola con el arroz con mariscos. Casé un par más y les di igual fin, cubriéndolas bajo el manto de arroz con mariscos jugoso tipo de gorda Cecilia Me fui al dormitorio con la sonrisa en los labios, las olas y el reto a muerte con las cucarachas me habían dejado exhausto. Al despertar a la mañana siguiente fui de frente a la cocina y el taper que contenía los mariscos y las cucarachas estaba vacío. Fuera del placer íntimo de la venganza, comprendí que la situación de hambre y pobreza no podía seguir. - Hasta cucarachas habían servido de menú para el pendejo de Tato, por comerse mi plato. Y de eso me enteré al día siguiente mientras tomábamos que fue el?, simplemente, que cuando tomando desayuno les conté a la mañana siguiente cegándome de risa, que había dejado unas cucarachas dentro del arroz con mariscos. Puso una cara de asco y delante de nosotros comenzó a vomitar ahí mismo La casa era de un solo piso y se habían llevado hasta las puertas y ventanas. Por el viento frio que venia del mar tuvimos que tapar todos los huecos con madera triplay en los ambientes que daban hacia la playa. El más alejado, húmedo y cercano al ruido de las olas lo convertimos en depósito para las tablas. Pasamos la voz en todas las playas que alquilábamos un dormitorio frente a la playa de Punta Rocas. La verdad que al comienzo nos fue hasta el cu...porque en los 70s, la ola grande de Punta Rocas era corrida por pocos, felizmente se nos apareció la Virgen, cuando nuestro amigo Gerardo (que en paz descanse) nos alquiló el dormitorio de las tablas que lo habíamos acondicionado con una cama, y tapada la ventana con dos triplay, perfecto para él, no tanto por las olas si no para tirar con su chiquilla los fines de semana. Era muy simpático Gerardo. Grande y tan peludo, que le decíamos que al no lo habían parido sino tejido. Un sábado por noche, a la hora que nos juntamos para comer, Roberto no aparecía por ningún lado, a pesar que había regresado de correr tabla con nosotros. Cuando rodeamos la casa buscándolo, lo encontramos mirando entre los dos triplay que tapaban la ventana del cuarto de Gerardo. Cuando quisimos ver, que es lo que miraba, se puso delante y no nos dejó ver aprovechando de su fuerza. Así que lo empujamos hacia dentro con triplay y todo, y plum! cayó en medio de la cama encima de Gerardo y su chicoca que estaban en pleno chuculun. El grandazo de Gerardo dejó a su chiquilla cual Eva en el Paraíso y calato comenzó a perseguirlo gritando! te a voy matar pajero! Te voy a matar! Dando vueltas y vueltas por la casa detrás de nuestro asustado amigo, que a la vez gritaba: ellos fueron, ellos fueron!, mientras nosotros nos revolcábamos de la risa, mirando a un calato peludo que daba vueltas a la casa persiguiendo a nuestro asustado amigo. Fuera del placer íntimo de la venganza, comprendí que la situación de hambre y pobreza no podía seguir. - Hasta cucarachas habían servido de menú para el pendejo de Tato, por comerse mi plato. Como me enteré que fue el?, simplemente, que cuando les conté a la mañana siguiente cegándome de risa, que había dejado unas cucarachas dentro del arroz con mariscos. Puso una cara de asco y delante de nosotros comenzó a vomitar ahí mismo Como la casa era de un solo piso puesto que ya se habían llevado hasta las puertas y ventanas estas las tapamos con triplay. La de las tablas cercana al mar, era la más alejada y la más húmeda y por el ruido de las olas y el frio la convertimos en depósito Pasamos la voz desde Punta Roquitas, La Pampilla, el club Pacifico Sur, a las locas del Waikiki, el Makaha, hasta la playa Redondo, que se alquilaba u dormitorio frente al mar de Punta Rocas. La verdad que al comienzo nos fue hasta el cu...porque en esa época, los 70s, la ola grande de Punta Rocas era corrida por pocos, Pero felizmente se nos apareció la Virgen, con nuestro amigo Gerardo (que en paz descanse) y nos alquiló el cuarto, no tanto por las olas si no para tirar con su chiquilla los fines de semana. Era un pata tan grandazo y peludo que le decíamos que al no lo habían parido sino tejido. Un sábado por noche, Roberto no estaba por ningún lado, a pesar que había regresado de correr tabla con nosotros, cuando rodeamos la casa buscándolo, lo encontramos agüeitando entre los dos triplay que tapaban la ventana a Gerardo haciendo chuculun. Cuando también quisimos ver, no nos dejó ver aprovechando de su fuerza, así que lo empujamos dentro con triplay y todo y plum! cayó dentro con triplay y todo. El grandazo de Gerardo dejó a su chiquilla cual Eva en el Paraíso y calato comenzó a perseguirlo gritando, te a voy matar pajero!! Te voy a matar!, dando vueltas y vueltas por la casa detrás de nuestro asustado amigo, que a la vez gritaba: ellos fueron, ellos fueron, mientas nosotros nos orinábamos de la risa. Nunca más vimos a los dos por la casa de playa.