Aun resuena el eco del tañido producido por las campanas que provienen de la vieja iglesia de madera. Llaman a la misa en esta noche de Semana Santa, como tratando de silenciar los gritos de la vieja gringa que deambula por las calles polvorientas de este pueblo de pescadores. -Te extrañará que siendo de aquí de puerto Chicama, un cholo pescador como yo, tenga el pelo rojo- me dice mientras llama: Mariaaaaaa, esposa del Hombre, ven acá y tráinos unas chelas bien al polo.
- Bueno colorao te voy a contar lo que te tenia prometido, - Mi abuelo era un gran pescador – continua- y el siempre me llevaba a la orilla del mar al atardecer y mientras reparaba sus redes que según el las rompían los tiburones para apropiarse de su pescados, me contaba historias de sus antepasados que vivían en este valle,
- comienza a hablar dándose una pausa para tomar el primer sorbo de una cerveza que se ve bien que está bien helada- En una época muy lejana, llegaron a esta zona desde el oriente, unos hombres blancos y barbudos, con unas orejas bien largas de donde colgaban unos discos de oro, como los aretes que se ponen las hembras para ir a un tono, así igualitos.
- me va contando mientras me mira señalándose sus orejas, sobre los que cuelgan unos sucios y desordenados pelos rojos quemados por el sol -, A estos extraños hombres nuestros antepasados les llamaban los Viracochas, ellos les enseñaron a vivir en paz, y a adorar a su dios Sol y a su mujer la Luna.
- Se da una pausa para pedir canchita a la señora Maria, que nos miraba con su cara burlona, mientras escuchaba atentamente el cuento que me estaba metiendo- al mando de esos colorados, iba su rey al que llamaban KON, quien tenía como mujer a Tiki, a quien según me contaba mi abuelo, la llamaba cariñosamente “mi bella luna”. Ellos trajeron muchas enseñanzas a estas tierras dominadas por los Mochicas, como a construir botes de ichu y madera para navegar y pescar en altamar, también a hacer huacos de cerámica, agricultura, y a trabajar los metales, y sobre todo a construir grandes templos de barro en forma de pirámides, desde donde adoraban a su dios y también a leer en el cielo, lo que cuentan las estrellas, como a saber cuando se podía cultivar, si liban a haber huaycos y esas cosas de las que depende la felicidad y la seguridad de los pobladores de aquella época. Éstos blancos así como tu de ojos azules, eran muy queridos por ellos.
- Un día descendieron de los Andes unos hijos de puta, – continua hablando con la cancha ya en su boca - estos hombres eran también grandes y fuertes como ellos, pero con la piel oscura como la mía, eran los guerreros Incas buscándolos. Los Viracochas tuvieron que escapar para que no peligraran la vida de quienes los habían acogido, felizmente algunos se salvaron, otros no y fueron enterrados dentro de sus pirámides y con sus pertenencias. Los que tuvieron la leche de salvarse, se subieron a sus grandes balsas de madera y partieron de estas costas con rumbo hacia donde se oculta su Dios Sol, no si no antes decirles a nuestros abuelos, que algún día no muy lejano regresaría su mujer como su emisaria para guiarlos de nuevo y regresarles la paz. Esa noche salió por el Mar, en dirección de las Dunas que bordean Chicama una gran luna llena con una sombra con forma de mujer. Pocos días después un gran huayco a quien le llamaron el hijo de Kon o Niño, barrió con toda la zona expulsando a los Incas.
Al mando de unos grandes botes de vela, atravesando el interminable mar azul dejándose llevar por la corriente, iba navegando el Kon Tiki. Después de casi treinta días de viaje, llegaron a una isla detrás del horizonte, que sus nativos llamaban Ombligo del Mundo o Te Henua…
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