CHICAMA
CAPITULO 1
A lo lejos del tiempo y donde las siluetas de los cerros se pierden en el Mar, va apareciendo silenciosamente la Luna con su brillantés envuelta de nubes y misterio.
Debajo de ella reposa suave entre la oscuridad una pequeña caleta de pescadores, pescadores que según cuenta la leyenda, en un tiempo no muy lejano, cada vez que salía la Luna, le rezaban pidiendo por el regreso de la patrona del pueblo,
Virgen tan peculiar que solo llegaría al escuchar sus plegarias en tantas noches que aparecía blanca y redonda detrás de las dunas que se perfilan sobre el mar.
Cubierta con una luz plateada dominando ese cielo oscuro y limpio, que solo en ese lugar se da, posándose sobre ellos desde la época de los Viracochas cuando aun no se le llamaba a ese lugar Malabrigo, y todo era felicidad y abundancia, y donde regresaban con sus redes rebosantes de pescado, como las barcas de Simón y Andrés cuando regresaron a Cafarnaúm con Jesús al lado.
Por el contrario, lo que se siente ahora en la tibia atmósfera de la noche, propia de la desértica costa norteña cada vez que aparece la Diosa Nocturna, es una profunda tristeza, tristeza que se acentúa, cada que vez que se escucha ese grito desgarrador que emerge con ella de la oscuridad, mas allá de las ultimas casas de barro y esteras y donde empiezan las dunas.
Es un grito extrañamente largo y que solo puede producirse por una alma inundada de una profunda y dolorosa soledad, y que brota de su interior como desgarrándola, siempre que aparece la Luna.
Durante años, esta triste mujer va arrastrando con su paso lento la pobreza y el abandono, un cuerpo encorvado lleno de arrugas y suciedad, y sobre el que cae una larga cabellera gris, que cubre sus cansados ojos azules como el mar, ese mar que un día la atrajo a ese oscuro mundo mágico y del que ya no pudo escapar.
Me gustan tu narrativa y tu léxico, hay mucho corazón y sentimiento. Espero los siguientes capítulos...
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