miércoles, 27 de julio de 2011

URBANISMO
¿Qué hace ideal a una ciudad?. 

Por Moshe Safdie.

Ninguna idea es tan esquiva y tentadora como qué es lo que hace ideal a una ciudad.
Cuando nos preguntan por nuestros lugares favoritos, la mayoría de nosotros mencionamos sitios ricos en historia, ciudades que ya existían antes de que aparecieran los autos, con el encanto y la textura, la pátina y el bagaje de memoria que otorga el tiempo.
Pensamos en Venecia, París, Amsterdam, Londres, o incluso lugares más pintorescos, más antiguos y bien conservados.
Pero aun así, la ciudad ideal no puede ser sólo una pieza de museo, una vuelta al pasado, por muy placentero que sea. La ciudad ideal debe ser una ciudad vital, contemporánea, una que combine historia con energía y vitalidad.
Estos elementos pueden coincidir en Río de Janeiro o Buenos Aires, Hong Kong, Berlín, Nueva York o Los Ángeles. Pero, tras ser examinadas, aunque estas ciudades tienen mucho que ofrecer, al mismo tiempo dejan mucho que desear.
Soñamos con una ciudad que tenga una combinación de historia, una vida cultural vital, que sea próspera, esté dotada de elementos físicos excitantes -como grandes ríos, puertos y bahías, o montañas- y por lo menos una estación climática agradable.
Soñamos con que estas ciudades estén bien manejadas y administradas, que estén relativamente limpias, con poco tráfico, y que ofrezcan movilidad, acceso y la capacidad de disfrutar y participar de la vida urbana.
Por supuesto que a medida que las ciudades van haciéndose más grandes, el desafío de manejar megadimensiones, superar sus efectos deshumanizadores y evitar la sobreconstrucción se convierte en ocupación central.
El desafío hoy en día es: ¿pueden las megaciudades del mundo mantener con las cualidades de las ciudades más pequeñas y vitales del pasado?
Para un arquitecto y urbanista, trabajar en Asia ofrece la más amplia variedad de oportunidades y posibilidades. Decenas de ciudades están creciendo a una velocidad extraordinaria. Eso trae oportunidades de grandes intervenciones, nuevos proyectos; de repensar sistemas de transporte urbanos, crear nuevos sistemas vastos de parques y de experimentar con diseños de estrategias urbanas que podrían mejorar la calidad de la vida urbana.
No olvidaré nunca mi primer viaje a China en 1973, en plena Revolución Cultural, cuando visité Shanghái, Pekín, Nankín y Cantón, antes de que hubiese ningún rascacielos.En aquella época, el 90% del tráfico era de bicicletas. No habían ninguna autopista, ni tampoco ninguna linea de metro.
Ahora, cuarenta años más tarde, estas ciudades han sobrepasado a la mayoría de otras en escala, tamaño, concentración y crecimento, a menudo repitiendo los mismos errores que hemos experimentado en Occidente: una oportunidad perdida para hacer mejor las cosas.
No obstante, hay otros cuarenta años por delante y nosotros -quizás más sabios y concientes de las restricciones medioambientales y ecológicas, de los límites de la energía disponible y su costo-, podríamos construir las próximas ciudades más racionales y saludables.
Las ciudades mal diseñadas son generalmente malas porque no están diseñadas en absoluto.
Hay ciudades que permiten que se produzca el crecimiento sin control, generado sólo por el mercado y la enorme polarización del ingreso de la población, lo que resulta en una pobreza grave y concentrada.
A menudo esto está acompañado de servicios municipales pobres y, sobre todo, de congestión, de sobrepoblación, de una falta de espacios abiertos y de características naturales comprometidas como la industrialización de las zonas cerca de las orilla de los ríos y de los puertos, así como de amenidades naturales consumidas en detrimento de la mayoría de la población.
El crecimiento económico y el aumento de la calidad de vida, una mayor justicia social y cultural así como la vitalidad económica son, en el futuro, los ingredientes esenciales de las ciudades vibrantes.
La negación de estos ingredientes puede conllevar a la decepción.
Claramente, las ciudades vibrantes, mientras requieren de una sociedad abierta y libre cuyas exploraciones culturales enriquecen la ciudad, también requieren de recursos y gobiernos firmes para poner en marcha los procesos de planificación y regulación capaces de lograr buenos espacios urbanos.

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