lunes, 5 de agosto de 2013

cuento: LA LLAVE

LA LLAVE
Me acuerdo que fue en Febrero, un sábado por la tarde, en la Playa Norte. Hacía un calor de mierda y para variar ni una puta ola en el mar. La mayoría estábamos echados sobre la arena caliente todo re saqueados. Cuando pasan la voz que alguien ha dejado encerrada a una chica calata en el baño de la casa del negro, Todos subimos disparados para ayudar. San Bartolo en los 70´s era así…

-          Claro, que si no fuera por estas “cosillas”, el destartalado cine de la Palmera y Tribilín, con su proyector a pedales y sus medias películas. Los tonos con los Traffic o los Shains, (con LSD y mezcalina incluidos), los agarres en el bufadero, las llamadas a Lima desde las cabinas prehistóricas a manivela, y el fulbito, estábamos jodidos…

La noche anterior a la aparición de la calata en el baño, habíamos estado chupando harto trago en la fiesta de los García en San Isidro. Yo como buen gil, había ido como en los últimos cuatro años, con mi enamorada “la celosa Sarita, que-no-se-les-escapaba-una-“ Y encima, tenía que llevarla hasta su casa en Magdalena, y de ahí,  regresar dormir a San Bartolo,
Cuando llegamos a la fiesta, ya estaban casi todos instalados, menos nosotros, por asuntos de maquillaje y el que me pongo.Ni bien atravesé la puerta, -Sarita se había retrasado unos cuantos metros saludando- pude ver entre a gente que  conversaba en medio de la sala, a una chica que se alejaba de la radiola luego de poner el disco “If you leave now” de Chicago. Su piel bronceada resaltaba sobre un delgado vestido color crema, trasluciendo sus suaves curvas. Parte de su cabello rojizo ensortijado le caía desordenado sobre su frente,el resto de su pelo lo tenia atado con una cinta del mismo tipo de cuero de sus sandalias que enseñaban unos piececitos redonditos, era un bombón.

Me acerqué unos pasos para apreciar más de cerca su par de ojazos color turquesa que resaltaban en su dorada piel. Mientras avanzaba hacia ella, no dejaba de mirarme con curiosidad y coquetería. Disimuladamente le devolvía la mirada y le sonreía, - no sin antes ver si aún seguía Sarita en el recibo de la casa. Cuando de pronto, sentí un fuerte piñizco en el brazo, y un:¡qué te pasa huevón, una miradita más y a ti y a la puta esa de pelo pintado y los agarro a cachetadas!- me ampayó la loca.
 Mi amorcito era bajita y flaquita pero pegaba durísimo, además lo hacía en cualquier lugar y sin importarle la gente, y esa noche la quería pasar bien, así que borrón, y cuenta nueva

Sarita no paraba de bailar y yo de tomar cuanto trago se me cruzaba.  En una de esas que voy al  baño, me cruzo con el bomboncito que puso el LP de Chicago, - a esa hora ya sabía que era trujillana y que estaba de paso-,  disimuladamente me pasa un papelito. En la borrachera que yo estaba a esa hora, ni bola le di al asunto. De regreso del baño, Sarita me pide que la lleve a su casa.

Al día siguiente me despierto vestido en San Bartolo,-una vez más el piloto automático de mi Hillman se había portado-.pensé- mientras un monstro en mi cabeza me agarraba a golpes fuertísimo, y para remate un sol africano me ataca por la ventana desde afuera. Cuando me quito la ropa para ponerme la ropa de baño, encuentro una servilleta con un número, un nombre Clara y un “llámame”, - por suerte mi chiquilla ese día iba al Regatas con sus hermanas, así que al toque la llame desde la vieja cabina para que viniera a San  Bartolo, ella me respondió con una dulce vocecita, y me dijo que iba a tratar de venir en el ómnibus Caycho.

Ya en la playa, me encuentro con la gente de siempre, las tablas estaban sobre la arena apoyadas en el muro, las chicas echadas sobre sus toallas de flores embetunadas  con un meloso Hawayan Tropic, mientras que Pichicho, Marquitos, Panchoconcha, Mao, Chinito Miracolor y el gordo Esponja, estaban que las jodían, aburridos por el mar “flat” de Febrero.
De pronto se aparece la trujillana y la cosa cambia. La loca se había montado  en el viejo bus Caycho para venir hasta el sur. Yo no lo podía creer. Ni bien se acercó dónde estábamos, la saludé como si la conociera de años, y al toque la agarré del brazo y la llevé a tomar unas cervezas a donde la abuelita del Miramar, bien lejos de las miradas de las chismosas. Felizmente los zapasos entraron a correr el “late”.
Ya en el restaurante, después de un par de cervezas le dije si no quería subir a cambiarse a mi casa, a lo que ella atracó al toque.

Mi casa (que no era mi casa en realidad, sino del negro), la compartía con tres amigos. Tenía una distribución con todas las puertas de los dormitorios mirando a la calle y en el centro, el baño. A un extremo, el resto de la casa.Ni bien llegamos, la hice pasar a otro cuarto que no era el mío, -ya que por la prisa había dejado la llave en la playa.

Ya, los dos a solas en el cuarto, me pidió que le ayudara a sacarse su ropita, que solita no podía, la pobrecita. Cuando termine de ayudarla, me tope con el cuerpito de una diosa griega. Yo, el Javier pendejo, estaba paralizado, mientras que ella mientras me sonreía coquetamente saca de su bolsa tipo incaica dos diminutas piezas de bikini, yo seguía en las nubes. Cuando un grito me hizo aterrizar en picada:  
¡DONDE ESTA ESE CONCHA DE SU MADRE DE JAVIER.  CUANDO LOS ENCUENTRE A ESE Y LA PUTA DE LA TRUJILLANA LOS VOY A MATAR!

Yo temblaba detrás de la puerta. Ella petrificada y“al natural”  me miraba asustada. En eso escucho la voz del Negro (el dueño del cuarto)-pidiéndole que se calme, -la loca ni caso le hizo y siguió gritando-
¡Que me voy a calmar carajo!, si  la Carina me ha dicho que subió de la playa con una puta pelirroja
-a la muy chismosa de la Carina yo la mato si me escapo de esta- pensé- mientras la trujillana desnuda se aferraba a mi brazo temblando.

-No te vayas a mover, cállate y pégate a mí.- le dije en voz bajita.  Ella del susto seguía apretada a mi  toda desnuda.

Entre grito y grito, y patadas en la puerta del cuarto de al lado -que era el mio y estaba vacío-, escucho de nuevo la voz salvadora del Negro que le dice: -si está Javier, debe estar en la cocina.

Al ya no escuchar sus gritos y golpes, abro despacito la puerta y al no ver a nadie y sin darle tiempo de pensar, la saco del cuarto a la trujillana, y así calatita la encierro rápidamente con llave en el baño. Inmediatamente voy  corriendo a la cocina, -felizmente  no me había quitado mi ropa de baño-la encuentro hecha un pichín. Antes que ella pronuncie alguna palabra, me adelanto y le digo, ¡Me tienes harto con tus celos y tus imaginaciones, siempre haciendo escándalos por todos lados, hasta afuera se escuchan tus gritos de loca!

-Eres un pendejo , esta vez no me  la haces, la  Carina me ha dicho que has subido de la playa con una pelirroja que nos es de acá, - contraatacó- pero con un tono ya más suave, quizás desconcertada con mi actitud.
- Claro que he subido con ella, pero para acompañarla al paradero- , le digo mientras le agarro las manos, por si me vaya a pegar.
- O sea que ahora eres el buenito de la playa en acompañarla  y en ropa de baño - me contesta mientras trata de zafar sus manos
- Si quieres vamos a buscarla, a lo mejor no se ha ido aun y la llevamos. ¡Porque nos vamos a Lima!.– esta vez yo era el que gritaba. Ella no podía creer, como le había cambado la torta.
 - Estoy harto de tus celos- continúe hablándole  con tono más serio, sin soltarla
- No, yo me quedo- me contestó desafiante
.- Vámonos a Lima de una vez, ya me cansaron tus celos, le contesté llevándola hacia mi carro y subiendo a su lado.

Cuando ya estábamos de regreso, por la carretera a la altura de Conchán, siento el bulto de una llave. Era de la puerta del baño, con la que había encencerrado a la trujillana. La cagué de nuevo.

Al día siguiente el negro me contó, que no tenía ni idea que yo había dejado a una chica encerrada en el baño. Solo hasta cuando sintió un toc toc detrás de la puerta, supo que alguien estaba ahí, a lo que el pregunto que ¿quien estaba ahí?
 -Javier me ha dejado encerrada. Ábreme la puerta por favor- le respondió una vocecita para su sorpresa
Cuando quiso abrir, la llave no estaba, e en su lugar. El Negro supuso que  del susto  me la había llevado
-Voy a pedir ayuda para que traigan una soga para sacarte por el techo, que es el único sitio por donde podemos sacarte-, le dijo el negro para darle animo
-          -¡No, por favor! Grito aterrada, no traigas a nadie porque estoy desnuda. Ella al gritar no podía percatarse que el negro en ese momento ya no estaba solo, los otros que compartían  la casa ese día habían regresado de correr. A la media  hora, ya no eran solo los que estaban en la casa, sino también todo San Bartolo, trepados en el techo para ayudarla a salir del baño.

Que fue ella? Bueno,  al año de este vergonzoso episodio (para mi),  ya no estaba con Sarita, y en unos de mis viajes a Chicama me topé con ella de paso por Trujillo. -seguía igualita de bronceada a pesar que era invierno-. lo sucedido  un año antes se lo había tomado bacán, y para mi sorpresa como una anécdota graciosa.

Me acompaño a Chicama y pasamos una semana en el Hotel Sony, con largas noches y largas olas. De vuelta a  Lima se quedó en Trujillo. Nunca más supe de ella.

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